miércoles, 4 de febrero de 2015

SOLARIS (1972)



Dir.: Andrei Tarkovsky

Unión Soviética.- 167 Minutos

Ciencia Fición.

16, 35, 70 Mm.- 2.35:1

Eastmancolor.- Monoaural.

Música: Eduard Artemev.

Música adicional:  J. S. Bach. Preludio coral para órgano en Fa menor BWV 639 Ich ruf zu Dir, Herr Jesu Christ





FX.: Mosfilm F/X Unit, A. Klimenko, V. Sevostyanov, Vera Rudina(Maquillaje)

Guión: Fridrikh Gorenshteyn, Andrei Tarkovsky.

Fotografía: Vadim Yusov.


Producción Comp.: Creative Unit of Writers & Cinema Workers, Kinostudiya ''Mosfilm'', Unit Four.


Intérpretes: Natalya Bondarchuk (Khari), Donatas Banionis (Kris Kelvin), Jüri Järvet (Doctor Snaut), Vladislav Dvorzhetskiy (Piloto Anri Berton), Nikolay Grinko (Nik Kelvin Padre), Anatoliy Solonitsyn (Doctor Sartorius), Olga Barnet (Madre Krisa Kelvina), Vitalik Kerdimun (Hijo Anri Bertona), Tatyana Malykh (sobrina Krisa Kelvina)…

A veces el cine deja de ser un producto comercial o de entretenimiento para convertirse en el soporte para que el artista desarrolle su obra. Así se producen obras como “Roma”( 1972) de Fellini, “Muerte en Venecia” (1971) de Visconti, “Tren de Sombras” (1997) de Jose Luis Guerin, “Mulhollan Drive” (2001) de Lynch, “Barton Fink” (1991) de los Cohen, “2046” (2004) de Wong Kar Wai… etc.

Películas en las que el realizador cuenta con libertad de crear sin preocuparle la aceptación del gran público para horror de los productores que respiran aliviados cuando el film es bien recibido por la crítica y obtiene reconocimiento en importantes festivales internacionales.

“Solaris” es una adaptación de la homónima novela del escritor polaco Stanislaw Lem. Ya había sido adaptada para la televisión soviética en 1968 y lo sería en 2002 por Steven Soderbergh con George Clooney.

Es una película larga, lenta, de prolongados silencios y extensos diálogos de contenido profundo. Donde la imagen tiene un protagonismo expresivo fundamental y los actores deben hacer un trabajo milimétrico en cada gesto, en cada palabra.

El Doctor Kris Kelvin astronauta y psicólogo es citado por su padre en la casa de campo de la familia donde se encuentra con el cosmonauta Berton. Es el día en que Kelvin se despide de su padre porque va a partir hacia el planeta Solaris. 

Berton volvió del planeta habiendo experimentado unas visiones que la grabación de la nave no registró y trata de convencer a Kelvin de que no se deben de tomar medidas extremas contra las experimentaciones en el lugar. El Estado Mayor lleva años estudiando el planeta suponiendo que puede albergar alguna clase de inteligencia pero la falta de resultados demostrables puede precipitar el abandono del proyecto. 

Kelvin viajará a la estación espacial que orbita en la zona para examinar lo que allí ocurre y preparar un informe que será determinante. 

Berton se marcha irritado y molesto con la fría lógica del psicólogo que no le toma en serio.


Kelvin encuentra las instalaciones de la estación en un estado deplorable de abandono y a los dos científicos (el tercero se suicidó) huidizos y retraídos por un misterio que se resisten a compartir. 

El recién llegado examina las grabaciones del fallecido y se encuentra con el mismo mensaje: “Pasarán cosas”.

Kelvin se acuesta para descansar y cuando despierta se encuentra con algo inesperado, la presencia de una persona querida que creía muerta desde hace mucho tiempo.

Tarkovski, hombre de sólida formación en las artes clásicas y de profundas inquietudes existenciales solía decir que no estaba muy conforme con el resultado final de “Solaris” porque no había logrado desmarcarse de la ciencia ficción como género. Yo creo que se exigía demasiado a si mismo porque en esta película hay lecturas como para que cada vez que la veamos descubramos cosas nuevas. Y conseguirlo respetando y redefiniendo los cánones de un determinado tipo de cine justifica que se le considere un maestro.

Para promocionar “Solaris” fuera de la URRSS las distribuidoras hacían referencia a ella como: la respuesta soviética a “2001: Odisea del Espacio”(1968) y hay quienes niegan rotundamente que la una tenga algo que ver con la otra. Bueno, en las dos películas la humanidad establece contacto con una inteligencia extraterrestre y parte de la trama transcurre en una estación espacial…

Filmada en Sovscope, un formato ruso de imagen panorámica, el film apabulla desde el principio con las imágenes del protagonista perdido en sus pensamientos paseando por los brumosos paisajes naturales que rodean la casa de su padre.
Nos devuelve a la realidad y se deshace el encanto con la llegada en coche de Berton sobre un puente de hormigón.

En un primitivo reproductor de video tenemos el primer contacto con la ciencia ficción viendo a un joven Berton contando sus experiencias en el planeta ante un consejo de científicos y delegados del gobierno.





Enseguida nos apercibimos de que el presupuesto para efectos especiales está a miles de años luz del que dispuso Kubrik para su odisea pero el poder de fascinación de las imágenes y la variopinta colección de sonidos que las acompañan consigue cautivarnos de igual forma.

La entrada de Kelvin en la estación espacial es chocante, su traje de astronauta es una chupa de cuero, unos pantalones garrulísimos y unas botas militares. Es como ver a un punki ocupando una planta abandonada de unos grandes almacenes de principios de los 70 como Galerías Preciados.





Da igual porque ya vamos con él hasta el final y nos lo creemos todo. El planeta es una masa recubierta de océanos y tiene la capacidad de generar imágenes reales extraídas de la mente de sus visitantes.

Así va transcurriendo la historia una vez desvelado el misterio. Snaut, Sartorius, Kelvin y el fantasma. Debatiendo sobre cómo afrontar la situación y viviendo la experiencia del ser humano aislado expuesto a si mismo y conviviendo con sus recuerdos y emociones encarnados en un ser que va tomando percepción de su no existencia.





Es curioso como pensadores de países no católicos o directamente antireligiosos como era la URSS en la época que vivió Tarkovski tengan como una constante en su obra la teología. Después de que las autoridades le prohibieran rodar un film sobre el Evangelio de Lucas y no permitieran el estreno hasta varios años después de “Andrei Rubliov” podemos encontrar en “Solaris” algunas ideas llamativas al respecto.

Las imágenes del planeta, con ese océano nebuloso podrían ser una metáfora de Dios o del “cielo” tal como lo entiende el catolicismo. Una inteligencia primitiva incomprensible e inalcanzable que penetra en la conciencia de las personas y las recompensa o las castiga según sus actos.

La estación espacial puede ser al mismo tiempo limbo y purgatorio donde las almas reflexionan sobre sus vivencias pasadas y deben decidir sobre su destino.

Viéndolo de esta forma cobra un significado sombrío la quema de recuerdos y la despedida omnipresente de Kelvin de su familia en el último día que pasa con ellos antes del viaje.

En el terreno de la ciencia ficción es apasionante la idea del planeta inteligente que penetra en la mente para ¿comunicarse? ¿defenderse? ¿dominar?. ¿Es una entidad consciente o un ente primario que reacciona de forma instintiva? ¿Algo que vive en estado larvario desde hace infinidad de años?

La escena final puede ser aclaratoria en un sentido o en otro o todo lo contrario.
Yo tengo algunas ideas al respecto pero no voy a reventarle la película a quien no la haya visto. Puedo dar alguna pista.

En alguno de los montajes de “Blade Runner” se introduce una escena de un unicornio. Cuando Berton visita a Kelvin padre va acompañado de un niño muy parecido a uno que vió cuando estuvo cerca de “Solaris” el niño se asusta con la presencia de un hermoso caballo que no acabamos de tener claro su procedencia ni si pertenece a la familia.

En cierto modo en el film de Spielberg concebido por Kubrik “A.I.” (2001) nos presenta una situación al final que de alguna forma invierte los conceptos de “Solaris”. Si en la obra de Tarkovski es un ser viviente que crea entidades artificiales desde el recuerdo de los humanos en la película estadounidense son evolucionadísimas máquinas las que crean una réplica de un ser humano añorada por una criatura artificial.





Otra escena clásica de la película es el viaje del piloto con el niño de vuelta a la ciudad. Durante varios minutos vemos el vehículo circulando por carreteras, túneles y autovías anodinas.
Asfalto, cemento, túneles… solo se interrumpe con la conversación que durante el trayecto mantiene con su amigo Kelvin senior. Estos escenarios urbanitas tan fríos, desolados, desiertos, contrastan con las supuestas maravillas del planeta viviente. Podemos entender porque Berton se muestra envejecido y parece sentir nostalgia de aquellas sensaciones que experimentó lejos de la Tierra. 

Ahora es el turno de Kelvin de atravesar el más largo de los túneles.

La música de Bach con la que comienza la película es perfecta como marco del fantasmagórico viaje que el espectador está a punto de iniciar.

“Solaris” es sumergirse en una larga ensoñación de la que cuesta desprenderse una vez que te has dejado poseer.








Calidad cinematográfica:  10

Psicotronia:  7

Gore:  2

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