lunes, 25 de abril de 2016

LA VIOLACION DE LA SEÑORITA JULIA (1977)


“Pensione Paura”

Dir.: Francesco Barilli

Italia / España

Thriller / Suspense / Drama / Giallo

Color.- 92 Min.

35 mm.- 1.85 : 1

Audio remasterizado: Dolby 2.0

Música: Adolfo Waitzman

Maquillaje: Franco Schioppa

Fotografía: Gualtiero Manozzi

Guion: Barbara Alberti; Amedeo Pagani; Francisco Ariza; Jose Gutierrez Maesso; Francesco Barilli

Producción: Tommaso Dazzi; Paolo Fornasier; Tadeo Villalba; José Gutiérrez Maesso

Prod. Co.: Aleph Cinematografica – Roma; Alexandra Films – Madrid.


Intérpretes: Leonora Fani (Rosa);  Luc Merenda (Rodolfo); Francisco Rabal (Inquilino escondido de Marta); Jole Fierro (Amante de Rodolfo); José María Prada (Invitado del Hotel) ; Lidia Biondi (Marta); Máximo Valverde (Miliciano); Francesco Impeciati (Guido); Carlo Totti (Fascista); Maria D'Alessandro  (Prostituta); Diala Caruso (Prostituta); Wolfango Soldati (Fascista); Luigi De Santis; Arnaldo Caivano…


Se oye un trueno en medio de la noche y un relámpago ilumina durante un segundo el patio y la fachada de la Pensión Sirena, un lugar suntuoso típico de las zonas de veraneo que ha conocido tiempos mejores. A pocos metros hay una ensenada en la que se adentra la orilla de un lago. Vemos llegar a través de la frondosa vegetación a Julia navegando una barquichuela con pértiga. Sale a la superficie abierta antes de dejar el pequeño navío en el embarcadero que se mete en tierra. La imagen es como la de un Caronte que se ve sobresaltado por un alma que practica submarinismo en medio metro de profundidad.  Julia es hija de Marta, la dueña del hotel y el nadador es uno de los inquilinos. Apenas ha puesto los pies en el remanso que inicia el camino a casa es abordada de nuevo por otro cliente.








El negocio familiar se encuentra en un pueblecito de Italia cerca de la frontera con Suiza y la acción transcurre durante la Guerra Mundial. La pensión se mantiene con unos pocos clientes que se sienten protegidos allí de los horrores de la guerra. Marta se esfuerza por mantener el buen servicio a base de trabajo y sacrificio pero el presupuesto no alcanza para cubrir todos los gastos y tiene que aguantar a unos huéspedes y a un servicio que no colaboran. Una gente que abusa de su confianza y molestan a su joven hija adolescente de forma libidinosa.

Julia pasa sus días agobiada por la presión de las penalidades económicas y por tener que relacionarse con personas a las que detesta. Ella es muy joven pero su belleza desata los bajos instintos en los hombres y provoca celos en las mujeres. Consigue salir adelante gracias al amor y apoyo incondicional de su madre, a su fuerza de voluntad para estudiar y a la esperanza de que vuelva su añorado padre cuando termine la guerra.

Pero una noche fatídica ocurre un accidente que cambiará la vida de la chica. Tendrá que empezar a ocuparse ella sola de la Pensión.








Desde mediados de los 60 y en buena parte de la década posterior se instauró temporalmente en Europa una forma de hacer cine sugestiva y conceptual que en la convulsa Italia cerró la etapa del neorrealismo que estaba empezando a ser mal visto por los gobiernos democristianos. En Francia ocupó el lugar de la nouvelle vague como consecuencia de una evolución estilística natural de los creadores. Esta deriva fue hacia la vanguardia en unos casos y hacia el surrealismo en otros. El peso de los Erice, Buñuel, Saura, Polanski, Sjöman, Makavejev, Fellini, Antonioni o el grupo pánico de Jodorowski, Arrabal y Topor se dejó notar en numerosas cintas y fue asumido por cineastas inconformistas que buscaban ir un paso más allá del éxito comercial.

Francesco Barilli fue uno de los creadores que decidieron transgredir la corrección formal. Miembro de una familia de artistas orientó su vocación hacia la pintura y el cine trabajando como actor con Bertolucci en “Antes de la Revolución” (1964), asistente de dirección con Passolini en “Pajaritos y Pajarracos” (1966) y guionista con Aldo Lado en “¿Quién la ha Visto Morir?” (1972) y Umberto Lenzi en “El País del Sexo Salvaje” (1972). Dos años después debutaría él mismo detrás de las cámaras con “Il Profumo della Signora in Nero” (1974) y en 1973 realizó su segundo y último largometraje hasta hoy:  “Pensione Paura”

Lo primero que nos llama la atención de la película es la cuidada puesta en escena con una bella fotografía y un majestuoso empleo de la luz cuando vemos a Julia llevando la barca por la albufera. La formación en Bellas Artes de Barilli estará de manifiesto en las imágenes durante todo el film haciendo gala de notables recursos narrativos y encuadres sorprendentes que sostienen la mirada del espectador en los pocos momentos en que se puede relajar el interés sobre la acción.








La historia es pura metáfora. Una burguesía que busca refugio en un lugar cerrado que se vuelve claustrofóbico donde  cada uno saca lo peor de si mismo y lo proyecta sobre los más humildes que luchan por no sucumbir a la bajeza. Los inquilinos representan los vicios de la moral, la lujuria, la cobardía, la falsedad, la envidia, la soberbia, la violencia, la envidia, la codicia. Julia lucha por mantener sus valores pero no se lo ponen fácil.

Busca la ayuda del cura de la villa pero se nos presenta al representante del clero como un personaje repugnante que solo se preocupa por sus propios intereses. La gula, la avaricia y la lascivia se manifiestan ante la resignación de Julia. Únicamente el joven Guido se presta generoso y puro en sus sentimientos hacia su amiga.






El fantasma de la guerra está en el ambiente para mostrar la descomposición familiar y la miseria humana de quienes dan la espalda a la realidad y al compromiso.

El ambiente se va apoderando de Julia que va experimentando una transformación al tiempo que el film se va enrareciendo y nos sumerge abiertamente en un extraño surrealismo.




Pero en Italia se producía un cine fantástico de altísima calidad que junto con el giallo, género autóctono, marcaron profundamente a Barilli como ya dejase patente en su ópera prima.
Así que antes de la llegada del máximo “Angel Exterminador” tenemos dos crímenes misteriosos y la muerte de una persona que cae por la escalera y que podemos también sospechar que es un asesinato. La película experimenta varios “tours de force” que a pesar de su poca sutileza se suceden con tanta elegancia que los aceptamos sin poner reparos.






El interior de la casona contrasta con el amplio y luminoso entorno natural. Dentro todo son decorados pasados de moda, sombras, largos pasillos, escaleras estrechas, humedades, recuerdos en desorden y una planta superior semi abandonada en un estado lamentable.






El final nos muestra a la protagonista que ha asumido su condición de custodia de la pensión después de haber perdido la inocencia y enfrentado a los fantasmas. Ya no tendrá que luchar con monstruos porque ella es el monstruo y termina comportándose ineludiblemente con su salvador de la misma forma como los adultos se han comportado con ella llegando a malearla de forma irreversible.







Julia está interpretada por Leonora Fani, una actriz que con 23 años aparentaba 16 y aportaba el aspecto candido e ingenuo que necesitaba el personaje. Pone los pelos de punta la expresión de su cara cuando al pie de la escalera en el lugar del accidente se refleja la sensación de que su mundo acaba de venirse abajo. Contrasta con su actitud decidida cuando emprende la tarea de ocuparse de la pensión o se enfrenta con sus acosadores.

Luc Merenda es el gigoló hijoputa Rodolfo. Actor de imponente presencia encarnando en este film a un personaje asqueroso pero de gran importancia en la trama. Le da la réplica la veterana Jole Fierro. Su interpretación es muy sólida aportando la necesaria ambigüedad a la mujer que acompaña a Rodolfo.

Jose Maria Prada es un desquiciado pobre hombre obsesionado con la muerte y la desgracia.
Francisco Rabal es un combatiente desertor que vive arriba escondido. Intuímos alguna relación especial con Marta la propietaria más allá del momentáneo cunnilingus. Parece todo lo opuesto al padre al que tanto añora Julia.

La película ofrece varios momentos intensos  que quedan en la memoria. Yo destacaría:

- La forma en que aparecen haciendo piña todos los inquilinos en el lugar del presunto accidente, puro surrealismo.







- La terrible escena de la violación

- El sueño en el que la chica ve la representación de sus temores

- El sucio bautismo al que los depravados someten a Julia

- La secuencia Giallo, con auténtico clima de terror. El crimen, la ocultación de los cuerpos por el pasillo…

- El erotismo doméstico que muestra la protagonista ante el espejo y en la intimidad de su habitación. Lozano cuerpo tierno y blanco de poblado pubis.

Bella banda sonora con un tema central que se va alternando con la melodía recurrente de un tango que los personajes pinchan en u tocadiscos.

“La Violación de la Señorita Julia” es una película de culto, realizada con exquisitez y que con cada revisión resulta más cautivadora.








Calidad Cinematográfica:  8

Psicotronia:  7

Gore:  4













NOTAS:

El cartel español de la película apuntaba que detrás de “La Violación de la Señorita Julia” estaban los creadores de “El Portero de Noche” (1974). El anuncio además de ser una sucia estrategia comercial lo cierto es que tenía una parte de verdad ya que Barbara Alberti y Amedeo Pagani fueron guionistas de la película de Liliana Cavani

APUNTES CINEFILICOS:

Podemos encontrar en la presentación de los personajes y su extraña convivencia cotidiana referentes en Buñuel de “El Angel Exterminador” (1962), “Tristana” (1970) y “El Discreto Encanto de la Burguesía” (1972).

Nos recuerdan a Passolini las escenas de la inocente y campestre relación de Julia y Guido.

El marco de la guerra presente como subtrama determinante en el desplome de la comunidad y sus estructuras  como en el Saura de la época de “El Jardín de las Delicias” (1970) o Bertolucci de “El Conformista” (1970). El miedo omnipresente que conduce a actitudes rastreras.

Hay en “Pensione Paura” atmósferas típicas del surrelismo barroco setentero de films como “La Casa de las Palomas” (1972), “La Campana del Infierno” (1973) ambas del malogrado Guerin Hill, “Fata Morgana” (1965) de Aranda, “Pecado Mortal” (1976) de Miguel Angel Diez, ¿Qué?  (1973) de Polanski , “Los Ojos Azules de la Muñeca Rota” (1973) de Aured, “Luto Riguroso” (1977) de Larraz, del Fellini posterior a “8 y Medio” (1963), y características de todo Giallo realizado por aquellas fechas.

La llegada del vehículo que va a hacer justicia y que Julia confunde con el advenimiento de su padre me recuerda a “Dogville” (2003) de Von Trier.

Los habitantes que conviven en la casa y la claustrofóbica relación que se va pudriendo con Julia me hacen pensar en “El Quimérico Inquilino” (1976) de Polanski.

Hay otras casas conocidadas que se acaban apoderando de sus inquilinos. Me acuerdo de “Barton Fink” (1991) de los Cohen y del hotel Overlook donde Jack se queda con el puesto de vigilante para siempre.

martes, 12 de abril de 2016

MALDITOS BASTARDOS (2009)



“Inglourious Basterds”

Dir.: Quentin Tarantino

USA / Alemania

Color / 153 min.

Drama / Bélico / Ensayo / Thriller / Parodia

35 mm.- 2.35 : 1 Digital

Dolby Digital / DTS / SDDS

Música: Varios (Dimitri Tiomkin, Morricone, Bernstein, Billy Preston, Gianni Ferrio, Schifrin, Bowie…)



F.X.: Howard Berger, Greg Nicotero, Andy Schoneberg y un amplio equipo.

Fotografía:  Robert Richardson

Guión: Quentin Tarantino

Producción: Lawrence Bender, William Paul Clark, Christoph Fisser, Henning Molfenter, Bruce Moriarty, Lloyd Phillips, Pilar Savone, Erica Steinberg, Bob Weinstein, Harvey Weinstein, Charlie Woebcken

Prod. Co.: Universal Pictures, The Weinstein Company, A Band Apart, Studio Babelsberg, Visiona Romantica

“Orgullo de Nación” (“Nation's Pride” o “Stolz der Nation”) dirigida por Eli Roth.



Intérpretes: Brad Pitt (Lt Aldo Raine); Eli Roth (Sgt Donnie Donowitz); B.J. Novak (PFC Smithson Utivich); Mike Myers (Gen Ed Fenech); Michael Fassbender (Lt Archie Hicox); Samm Levine (Pfc Hirschberg); Diane Kruger (Bridget Von Hammersmark); Til Schweiger (Sgt Hugo Stiglitz); Christoph Waltz (Col Hans Landa); Daniel Brühl (Frederick Zoller); Mélanie Laurent  (Shosanna Dreyfus); Julie Dreyfus (Francesca Mondino); Gedeon Burkhard (Cpl Wilhelm Wicki); Jacky Ido (Marcel); Omar Doom (Pfc Omar Ulmer); August Diehl (Major Hellstrom); Denis Ménochet (Perrier LaPadite); Sylvester Groth (Joseph Goebbels); Martin Wuttke (Hitler); Richard Sammel (Sgt Rachtman); Alexander Fehling (Master Sgt Wilhelm/Pola Negri); Rodney Turt Taylor (Winston Churchill); Sönke Möhring (Pvt Butz/Walter Frazer); Paul Rust (Pfc Andy Kagan); Michael Bacall (Pfc Michael Zimmerman); Arndt Schwering-Sohnrey (German Soldier/Winnetou); Petra Hartung (German Female Soldier/Beethoven); Zack Volker Michalowski (German Soldier/Edgar Wallace); Ken Duken (German Soldier/Mata Hari); Christian Berkel (Proprietor Eric); Anne-Sophie Franck (Mathilda); Léa Seydoux (Charlotte Lapadite); Tina Rodriguez (Julie Lapadite); Lena Friedrich (Suzanne Lapadite); Ludger Pistor (Cpt Wolfgang); Jana Pallaske (Babette); Wolfgang Lindner (Herrman # 1); Michael Kranz (Herrman # 3); Rainer Bock (General Schonherr); Andre Penvern (Old French Veterinarian); Sebastian Hülk (Hellstrom's Driver/Nazi Usher # 1); Buddy Joe Hooker (Gaspar); Carlos Fidel (Pfc Simon Sakowitz); Christian Bruckner (Kliest Voice); Hilmar Eichhorn (Emil Jannings); Patrick Elias  (Jakob Dreyfus); Eva Loebau (Miriam Dreyfus); Salvadore Brandt (Bob Dreyfus); Wilfried Hochholdinger  (German Company Sgt); Olivier Girard (Maxim's Waiter); Michael Scheel (General Frank); Leo Plank (Motorcycle Rider # 1); Andreas Tietz (Motorcycle Rider # 2); Bo Svenson  (American Colonel); Enzo G. Castellari (Himself)

Paris, 1941, el Coronel de las SS Hans Landa se presenta en la humilde granja de Monsieur Lapadite buscando a una familia judía. La joven Shosanna de 18 años consigue eludir la captura y tres años después es propietaria de un ampuloso cine en la capital francesa. Francia es un hervidero de soldados alemanes. Uno de ellos se enamora del local y de su dueña consiguiendo que sus mandos acepten que en esa misma sala se celebre la premiere de una película de exaltación nacional socialista. Al evento asistirán importantes ministros del partido.
Los ingleses que están al tanto gracias a los servicios de espionaje organizan un operativo para sabotear el acto en el que participará un comando de soldados judíos americanos que actúan en guerrilla al margen de las normas del ejército y que son conocidos como los Malditos Bastardos por el sanguinario trato que dispensan a los nazis que se cruzan en su camino.
Soshanna que ha aceptado a regañadientes colaborar con su insistente amigo alemán ve también una ocasión perfecta para vengarse del trato que los teutones dieron a su familia.
El final de la guerra y el destino del mundo podría decidirse la noche del estreno.

“Malditos Bastardos” es un proyecto que Tarantino intentaba poner en marcha desde que terminó “Jackie Brown” (1997). Llegó a plantearse como una miniserie de doce episodios pero después de múltiples cambios y avatares de pre-producción se configuró finalmente como un largometraje de dos horas y media. El éxito de “Kill Bill” (2003) contribuyó para que la Universal se animara a dar soporte al proyecto. No se arrepentirían porque una inversión de 75 millones de dólares había recaudado 120.000.000 en cinco meses sólo en Estados Unidos.

Para dar forma a este film Tarantino echó mano de muchas de sus referencias cinéfilas dando forma a un ensayo sobre los géneros cinematográficos y sobre el cine como soporte para la expresión y la comunicación. “Malditos Bastardos” utiliza una línea argumental aparentemente sencilla para recrearse en el tema bélico, el espionaje, el western, la comedia o el romanticismo. Una reflexión sobre el cine en la línea de “Movie Movie” (1978) de Stanley Donen pero con una óptica más sarcástica y grindhouse

Esto no es “El Día más Largo” (1962) o “Platoon” (1986), estamos más cerca de “Tiempo de Amar Tiempo de Morir” (1958), “Ser o no Ser” (1942), “El Gran Dictador” (1940), “Cabaret” (1972), “Valkiria” (2008) o la nuestra “La Niña de Tus Ojos” (1998), es decir, películas que tienen el escenario bélico como telón de fondo pero cuya acción se sitúa principalmente en interiores y a falta de tanques y aviones son los personajes llevan toda la carga simbólica de lo que es la guerra.

“Malditos Bastardos” es cien por cien Tarantino pero no es la película que podemos esperar si hacemos caso a las campañas promocionales.  Exige la complicidad del espectador que ha de mantener la atención durante cinco actos claramente definidos que confluyen en un apoteósico final.

El capítulo uno es el que más se suele asociar al western pese a transcurrir en una campiña de la Francia ocupada por los nazis. Conocemos a Hans Landa, una de las mejores creaciones de Tarantino, un individuo irresistible, seductor, metódico. Se presenta en la casa de Mr. Lapedite como si fuera un agente comercial y de forma educada, minuciosa e implacable despliega una puesta en escena que va anulando la voluntad de su anfitrión hasta tenerlo completamente entregado en la palma de su mano. Con detalles como el de la pipa. Lapedite pide permiso para fumar y saca una humilde y rudimentaria pipa artesanal, minutos después es Landa quien previa solicitud cortés al dueño de la casa exhibe una enorme y lujosa pipa Calabash Meerschaum como la que utilizaba Sherlock Holmes. No es un detalle casual pues Landa antes que cazador de judíos se considera así mismo detective. Ningun detalle es liviano en esta película. Vemos como la fría expresión del rudo francés se va descomponiendo hasta reflejar un cada vez más incontenible nerviosismo. El capítulo termina de forma bella y dramática, con guiño incluído al maestro John Ford.








Ya nos ha quedado claro que aquí los nazis no se nos presentan de forma maniquea como unos cabezas cuadradas psicópatas descerebrados. Son gente astuta, inteligente y refinada. Implacables y temibles en el caso de los oficiales y gente corriente y sencilla los soldados más jóvenes que se juegan la vida en un conflicto que les supera.

El segundo acto sirve para que Tarantino se recree con el pulp y el spaghetti bélico y western. Violencia surrealista y humor negro. Conocemos a los “bastardos”, ocho americanos judíos reclutados por el teniente Aldo “El Apache” Raine. Se trata de un comando de acción rápida y directa que tiene la misión de llevar de forma clandestina la guerra a extremos incompatibles con el derecho internacional o a cualquier otra convención humanitaria. Destacamos que el director consigue hacer que Brad Pitt parezca un buen actor o que el cauce de un arroyo seco en el espacio de unos pocos metros se convierta en un escenario militar de primer orden sin que suene ningún disparo (o sólo uno para ser más exactos). 








Más temible resulta para los prisioneros alemanes el sonido que se aproxima del golpear de un bate contra las paredes de un túnel en la oscuridad. Valores americanos como el beísbol se manchan de sangre. También entra en escena el führer, iracundo en un despacho enorme parece un supervillano de cómic vintage, ataviado con una capa porque estaba posando para una enorme pintura mural.








La tercera parte nos lleva a París donde Shosanna, la chica que cuatro años atrás escapó de la escaramuza en la granja Lapedite ahora es propietaria de un cine donde se ve obligada a proyectar celuloide alemán aunque lo alterna con películas del cómico francés judío Max Linder. Una noche se le acerca un joven y guapo soldado alemán, Frederick Zoller. El soldado entabla conversación cinéfila con ella que se muestra distante para quitárselo de encima. Al día siguiente por casualidad la encuentra en un café biblioteca donde ella descubre que él es una especie de héroe nacional para los alemanes. Lo deja plantado pero el muchacho tiene planes para ella y su cine consiguiendo presentársela al mismísimo Goebbels. La sensibilidad artística de los nazis es perfectamente compatible con secuestrar a alguien con quien quieren entrevistarse y esto nos proporciona otro delicioso momento en un lujoso restaurante donde Zoller convencerá al Ministro de Propaganda para que el alto mando alemán acuda al cine de la judía evadida (que se hace pasar por ciudadana francesa con falsa identidad) para el estreno de una película patriótica. Nuevamente aparece Hans Landa que se reencuentra con Shosanna aunque no la reconoce o eso nos quiere hacer creer porque con este personaje es difícil tener nada claro. En el momento de su aparición suenan los cañerísimos efectos de percusión que acompañaban las manifestaciones del monstruo invisible en la película de Siney J. Furie “El Ente” (1982).








Al final de este acto tenemos un interludio donde se nos explican algunos aspectos técnicos del soporte cinematográfico en la sala de proyecciones que tiene continuación entre los capítulos cuarto y quinto. Son momentos que nos hacen pensar en “Cinema Paradiso” (1988) pero pasado por el especial y corrosivo tamiz de Tarantino.

El episodio cuatro posiblemente es el que más nos acerca al cine clásico de guerra. En un impresionante salón el teniente inglés Archie Hicox es requerido a la presencia del general Ed Fenech y de Winston Churchill. Tarantino continua hilvanando la trama mediante el cine. El teniente ha sido elegido porque es alemán y crítico de cine profesional. Conocedor del séptimo arte alemán intercambia impresiones con sus ilustres contertulios acerca de los planes de Goebbels para obtener la supremacía de la industria nazi sobre la de Hollywood que supuestamente está en manos del capital judío. El mensaje entre líneas es es claro: quien controla el poderoso negocio y medio de propaganda que es el cine está más cerca de controlar el mundo.








La misión que se le encomienda es entrevistarse con una doble agente alemana con el soporte de los “bastardos” para estudiar la forma de preparar un atentado contra el Estado mayor alemán que acudirá a la premiere en el cine de Shosanna. La espía en cuestión es una actriz famosa que ha organizado el encuentro en una taberna situada en un sótano. Hicox acude a la cita junto a dos “bastardos” con la aprobación a regañadientes del Teniente Aldo Raine que no está convencido de que el lugar elegido para la reunión sea el adecuado.
Y es que el personaje de Bridget von Hammersmark es la encarnación de la fatalidad. Parece como si su incursión en el mundo del espionaje respondiese a la frivolidad propia de un personaje glamouroso que disfruta interpretando un papel en la vida real sin considerar las consecuencias de sus actos. En la apasionante secuencia de la taberna consigue destrozar los nervios del espectador que impotente ve como cada una de sus decisiones contraviniendo las sugerencias de sus invitados van conduciendo la situación hacia el desastre.









Tarantino se homenajea a si mismo de forma brillantísima con el memorable y tenso juego de cartas y se acuerda de los filmes de “nazixploitation” o “porno  nazis” con la breve intervención de la forzuda soldado alemana que nos recuerda a Ilsa y minutos después en la camilla de la clínica veterinaria.

El quinto capítulo es el acto final de lo que se revela como uno de los más alucinantes ejercicios sobre el cine que se han hecho nunca. Empezamos con Soshanna de quien definitivamente se ha apoderado el espíritu de la guerra y en su interior ha germinado la semilla de la venganza. La vemos prepararse mientras de fondo suena “Putting out Fire”, el Bowie de “El Beso de la Pantera” (1982). A continuación asistimos a un prodigioso crescendo que nos lleva a momentos de alta comedia dignos de los Hermanos Marx servidos por el genial encuentro entre Landa y los “Bastardos”. Suspense, espionaje, thriller italiano. Melodrama en el segundo de debilidad que Soshanna se permite relajar sus defensas. Otro delirante momento en que vemos a judíos americanos travestidos en gangsters italianos disparando contra nazis alemanes en Francia. Sátira política con la vergonzosa negociación final. 









Culmina la función un ejercicio de cine dentro del cine que hay que verlo para creerlo.

Una de las cosas que más me gustan del cine de Tarantino es su capacidad para llenar la pantalla con espectaculares imágenes, buscando planos amplios, encuadres vigorosos o sorprendiendo con movimientos de cámara imposibles en lugares cerrados.  En “Malditos Bastardos” se doctora con Matrícula de Honor.

Supongo que quien lea esta reseña ya tendrá claro a estas alturas que la película me ha encantado. Quise volver a verla una semana después de la primera vez y temía que se me fuera a hacer pesada la revisión pero para nada. Me gustó todavía más.

Sin embargo me consta que mucha gente no comparte esta opinión. ¿Cuál es el problema?

¿Que Tarantino sorprende? A mi me gusta que me ofrezcan algo que se aparte de cualquier idea preconcebida, es como si te dan más por el mismo precio. Para rememorar “Los Violentos de Kelly” (1970), “Doce del patíbulo” (1967) o “La Delgada Linea Roja” (1998) ya tenemos las originales.

El estilo, la fotografía y el color no son actuales ni vanguardistas.  ¿Y…? ¿Acaso por utilizar modernos efectos de fotografía son mejores cagarros como “El Niño del Pijama de Rayas” (2008) o “La Ladrona de Libros” (2013) que “Vida y Muerte del Coronel Blimp” (1943), “De aquí a la eternidad” (1953) o “Traidor en el Infierno” (1953)? De todas formas "Malditos Bastardos" es un film con abundantes aspectos audaces.

Hay muchos diálogos y poca acción. Cuando una película dura más de dos horas y no se hace pesada es porque esos diálogos están perfectamente calculados al milímetro y su contenido se integra en situaciones donde son necesarios para dar consistencia a la estructura del film. Aparte de que se disfruta cada momento de ironía, suspense, humor soterrado y aportan dimensión a los personajes que en nigún caso son planos sino que muestran dobleces que los hacen creíbles y humanos. O terroríficos como es el caso del SS Major Hellstrom.

El argumento no se ajusta a la realidad de los hechos históricos sucedidos en la III Guerra Mundial. Pues ¿Qué hace usted viendo una película de Tarantino? Abónese al History Channel.

A veces parece que estamos disfrutando de una comedia en vez de una dramática película de guerra. Supongo que se le puede reprochar lo mismo a “¿Teléfono Rojo? Volamos Hacia Moscu” (1964), “Sopa de ganso” (1933), “La Vida es Bella” (1997) o “Underground” (1995). También me parece apreciable la incomprendida “1941” (1979) de Spielberg.

Tarantino se inspira en otras películas. Si, él es el primero que lo admite pero el producto final resultante es único e inimitable. Muchos actores en horas bajas le deben a él haber recuperado la popularidad. Y estoy seguro de que habrá publico de “Malditos Bastardos” que no tardará en seguir la pista de cualquier film que pueda haber servido de influencia como “Aquel maldito Tren Blindado” (1978), “Con la sangre de Otros” (1984), “El Ultimo Metro” (1980) o cada otra de las mencionadas en esta reseña. Esto me parece bueno para el cine.

La banda sonora es una recopilación de temas de otras películas. El director esperaba que Ennio Morricone se encargase de componer la música pero finalmente el italiano no pudo cumplir con los plazos de producción. Tarantino decidió tirar por la calle de enmedio con excelentes resultados.

Poco podemos decir sobre las interpretaciones aparte de que son todas magistrales. El realizador de Tennessee es un excepcional director de actores. Como dato anecdótico podemos apuntar que el director procuró escoger ejecutantes oriundos de los mismos lugares que los personajes que representan para asegurarse que dominaban el idioma en el que tenían que grabar.

“Malditos Bastardos” no es un film en el que predomine la violencia explícita pero si que tiene algunos momentos impactantes y algún plano abiertamente gore.

Si tuviera que hacer algún reproche al conjunto sería la casi nula aparición de figurantes, especialmente en París, capital que aun estando bajo la ocupación nazi seguía siendo una ciudad llena de vida. Sólamente vemos transeúntes a través de la ventana del local donde Melanie/Soshanna fuma y lee relajadamente hasta que es abordada por el brasas de Zoller. En consecuencia me resulta chocante que en unas calles semidesiertas, casi fantasmales, pudiera moverse cotidianamente el negro Marcel pues llamaría la atención tal que si fuera un cura delante de un montón de nieve y los nazis no tenían mucha simpatía por las personas de esa raza. Con todo, una persona de piel oscura en los años treinta gozaba de más libertades en Europa que en Estados Unidos.


“Malditos Bastardos” me parece una grandísima película. Si estuviera firmada por los Coen o Ridley Scott los críticos hablarían de ella como de una obra maestra pero yo ya sé la verdad. Y Tarantino también. 









Calidad Cinematográfica:  9

Psicotronia:  8

Gore:  5












NOTAS:

TEXTOS COMPLEMENTARIOS DE INTERES OBTENIDOS DE OTRAS FUENTES QUE SE INDICAN AL FINAL DE CADA PARRAFO

MUSICA NEGRA EN EUROPA

El nacimiento del jazz en Europa es un fenómeno unido a las dos guerras mundiales, por soprendente que pueda parecer. La Primera Guerra Mundial introdujo el jazz en Europa. La presencia de soldados norteamericanos en territorio europeo tuvo como consecuencia que su música (el jazz) invadiera también de forma pacífica los gustos musicales de los ciudadanos, sobre todo entre las clases más favorecidas y los intelectuales. Los años 20 y 30 vieron como el jazz era muy popular, sobre todo en Francia y Alemania, y surgían cabarets, salas de baile, y clubes como el Hot Club de París. Berlín es la capital del jazz europeo en este momento. Por otra parte, Europa aporta al jazz movimientos propios, como el jazz manouche, popularizado por Django Reinhardt y Stephan Grappelli. La llegada de la Segunda Guerra Mundial vuelve a provocar una segunda oleada de norteamericanos en Europa, el surgimiento de los zazous como tribu urbana de la época, y la persecución del jazz por parte de los nazis como “música degenerada”.

Si compositores de la talla y el nombre de Stravinsky, Hindemith, Schoenberg y Berg fueron prohibidos, y muchos de ellos tuvieron que emigrar de la Alemania nazi, no es difícil imaginar el destino del jazz en tales condiciones: su origen negro y la simpatía que desde el inicio había despertado entre los judíos, lo convirtieron en un blanco fácil de atacar para los encargados de la limpieza y purificación cultural del Tercer Reich. Fueron varios los factores y elementos que hicieron que el jazz no permaneciera a salvo de los dictadores. En primer lugar, el espíritu propio del estilo, que propiciaba el desarrollo de las posibilidades individuales de los músicos involucrados en su ejecución (improvisación) y, sobre todo, el aire de rebeldía y libertad que había marcado al jazz desde su misma génesis, en virtud de sus antecedentes musicales: en un principio, en sus formas más rudimentarias y básicas, era la música de los esclavos o hijos directos de esclavos del sur de los Estados Unidos, recién liberados a fines del siglo diecinueve. Así es como nos encontramos con una serie de regulaciones extremadamente absurdas, pero que muestran hasta qué punto se preocuparon las autoridades nazis por diluir la verdadera esencia de esa música que, a sus ojos, no hacía más que pervertir el futuro del Reich, la sana y pura juventud aria. Lo que sigue es un extracto de una ordenanza emitida por el organismo central encargado de dirigir la actividad cultural en el Tercer Reich:

1. Las piezas en ritmo de fox-trot (o swing), no podrán exceder el veinte por ciento del repertorio de las orquestas y bandas musicales para baile;
2. En este tipo de repertorio llamado jazz, debe darse preferencia a composiciones en escalas mayores y a letras que expresen la alegría de vivir, en lugar de las deprimentes letras judías;
3. En cuanto al tempo, debe darse preferencia a composiciones ligeras sobre las lentas (los llamados blues); de todos modos, el ritmo no debe exceder la categoría de "allegro", medido de acuerdo al sentido Ario de disciplina y moderación. De ninguna manera excesos de índole negroide en el tempo (el llamado jazz) o en las ejecuciones solistas (los llamados "breaks") serán tolerados.
4. Las llamadas composiciones jazzísticas podrán contener hasta un diez por ciento de síncopa; el resto debe consistir en un natural movimiento "legato" desprovisto de histéricas inversiones de ritmo características de la música de las razas bárbaras y promotoras de instintos oscuros extraños al pueblo alemán;
5. Queda estrictamente prohibido el uso de instrumentos extraños al espíritu del pueblo alemán, como así también el uso de sordinas que convierten el noble sonido de los instrumentos de viento y bronce en aullidos judíos;
6. También quedan prohibidos los solos de batería que excedan la mitad de un compás en tiempo de cuatro cuartos, excepto en los casos de estilizadas marchas militares;
7. Queda prohibido a los músicos realizar improvisaciones vocales (scat).
A pesar de este riguroso reglamento, el jazz mostraba todavía en 1937 insospechados signos de resistencia entre la propia juventud alemana, a punto tal que las autoridades nazis decidieron fomentar una diluída forma de música levemente sincopada, que incluso fue a propósito llamada "Jazz Alemán". Las organizaciones de la Juventud de Hitler se ocuparon de que los salones de baile en los que reinaba el swing, fueran gradualmente reemplazados por las reuniones y bailes de carácter netamente folclórico, en armonía con la ideología de la "comunidad nacional". La radio, tan vital para la enorme difusión que había tenido el jazz en los años anteriores, por orden expresa de Josef Goebbels -Ministro de Propaganda de Hitler- dejó por completo de transmitir "esa música judeo-negroide del capitalismo norteamericano, tan desagradable al alma germana" (palabras del propio Goebbels). Inevitablemente entonces, el jazz fue desapareciendo de la vida pública –oficial-, pasando, como al comienzo de su historia, a la clandestinidad, y a ser uno de los símbolos culturales de la resistencia, sobre todo en la Francia ocupada.

EL NAZISMO Y LOS NEGROS

Un aspecto poco explorado de la Segunda Guerra Mundial y del período previo a su estallido ha sido el estatus de la comunidad negra durante la era nazi en Alemania. Una carta de octubre de 1934, firmada por Bernard Lecache, presidente de la Liga Internacional contra el Antisemitismo, ilumina a propósito de la situación de los negros en aquella época en aquél país: “Aunque todo el mundo sabe de la persecución racial contra el pueblo judío en Alemania, lamentablemente no es tan conocido que los negros también son sometidos al terrorismo racial en el Tercer Reich. La condición económica y social de la gente de color es terrible”. No se ha determinado con precisión el tamaño de la comunidad negra en la Alemania de la época. Adolf Hitler ha dicho “El judío constituye sólo el uno por ciento de la población alemana, el negro sólo el uno por ciento del uno por ciento…”. Algunos historiadores han ubicado la cifra entre mil y cinco mil almas y otros hablan de veinte mil. A los efectos de este ensayo, al hablar de comunidad negra en Alemania incluiremos a los africanos y sus descendientes, afro-alemanes y afro-americanos residentes. A diferencia de los judíos y de los gitanos, los negros alemanes no conformaban una comunidad cohesionada que podía -en el imaginario nazi- representar algún tipo de amenaza colectiva. Eran pocos y estaban esparcidos. La comunidad afro-alemana, en la medida en que podemos hablar de una, estaba compuesta por individuos que llevaban vidas particulares. No hubo organizaciones políticas fundadas por negros, apenas asociaciones afro sociales o culturales. La participación política de los negros en Alemania se expresó en los movimientos comunistas o democráticos universales. La política nazi hacia los negros fue hostil y manipuladora, incluso espantosa, pero no llegó a alcanzar los niveles de horror a los que fueron sometidas otras minorías, especialmente los judíos, los gitanos y los homosexuales. A pesar de la evidente negrofobia en la cosmovisión aria del nazismo, los nazis no montaron un plan de deportación ni exterminio de los negros en su seno; tampoco los removieron por completo de la vida social y cultural alemana. Pero sí adoptaron una política de esterilización colectiva de la raza negra en Alemania con el objeto de evitar su reproducción: hombres y mujeres de color fueron sometidos a esterilizaciones forzadas. Ninguna orden general fue emitida para arrestar, encarcelar y eliminar a los negros, y algunos de ellos fueron de hecho enlistados en el ejército para luchar por Alemania mientras que otros podían enseñar en las escuelas y universidades, aun cuando los judíos y los disidentes no podían hacerlo. En parte esto obedecía al interés colonial alemán en África, los negros podían enseñar idiomas africanos entre otros estudios. Los nazis parcialmente toleraron a cantantes negros y emplearon a varios de ellos en películas propagandísticas y shows “étnicos”. Al mismo tiempo repudiaron el jazz como una música judeo-negra degenerada y miraron con desprecio las dotes deportivas de los negros. Algunos ataques contra los negros fueron publicados en la prensa alemana y varios afro-alemanes fueron perseguidos. Las leyes contra los no-arios eran lo suficientemente vagas como para que los negros quedaran incorporados y era inconcebible que un afro-alemán ocupara un puesto en el que tuviera subordinados arios. El Führer pareció pendular entre la lástima y el rechazo por esta comunidad, como esta declaración suya sugiere: “Los negros deben definitivamente ser gente de tercera clase. Su pueblo es desesperanzado. No los odio. Me apenan estos pobres diablos”. Algunos historiadores han postulado que el trato aberrante pero relativamente moderado del Tercer Reich hacia los negros se basó en la decisión de explotarlos políticamente para marcar un contraste con las políticas segregacionistas vigentes en los Estados Unidos y así marcar puntos a su favor en la corte de la opinión pública mundial. En 1933 la cancillería alemana afirmó: “No olvidemos, ahora que las acusaciones contra Alemania por la cuestión judía están comenzando a aplacarse un poco, que no podemos permitir que la cuestión de la gente de color provea nueva substancia a la propaganda enemiga en la lucha contra la nueva Alemania”. Los negros fueron reclutados para participar en películas con claros fines políticos: principalmente fueron usados para denigrar a los Estados Unidos y a la vez para promocionar el colonialismo alemán en el norte de África. En la década de 1920, Alemania contaba con una alta población de entretenedores extranjeros, particularmente afro-americanos. Antes de la llegada de Hitler al poder, muchos artistas negros hallaron en Alemania el espacio cultural que les era negado en su propia casa del otro lado del Atlántico. En 1931 se adoptó una ley que limitaba la contratación en suelo alemán de músicos foráneos, algo que impactaría severamente en este grupo de artistas afro. Con el advenimiento del nazismo, paradójicamente, muchos artistas negros obtuvieron empleo como actores en películas, documentales y shows de entretenimiento. La representación de los afro en los films nazis era caricaturesca, en parte orientada a advertir contra la integración de los negros en la sociedad alemana, y en parte para usarlos como sustitutos de nativos africanos en los films coloniales. En ciertos casos, prisioneros de guerra negros participaron como extras en documentales nazis. Descontando estas instancias, los actores afro-alemanes estaban generalmente bien remunerados en la industria del cine alemán. En 1932 se prohibió en Alemania la contratación de músicos negros. Un crítico de música llamó al jazz “el invento de un negro en Chicago”. Para mediados de la década todos los músicos negros de jazz tenían prohibido tocar en Alemania, entre otros, Louis Armstrong, Duke Ellington y Coleman Hawkings. Incluso la cantante clásica Marian Anderson no pudo entrar a Alemania durante su tour europeo de 1935-1936 debido al “color de su piel como una negra”. En 1938 un diario alemán arengaba: “No tenemos simpatía por idiotas que quieren trasplantar la música de la jungla a Alemania… La música negra debe desaparecer”. Goebbels tildó al jazz como “el arte de lo subhumano”. En los años treinta los nazis intentaron crear un formato de jazz ario; el experimento fracasó. En 1941 produjeron un film de propaganda contra el jazz titulado “Alrededor de la Estatua de la Libertad” que incluyó a músicos negros. Al año siguiente se prohibieron todos los discos de naciones enemigas, incluyendo obviamente al jazz de los Estados Unidos. La actitud dual -despreciativa y manipulativa- del Tercer Reich hacia la comunidad negra se cristalizó durante los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín. El Comité Olímpico Internacional había concedido a Alemania el privilegio de ser anfitrión del máximo encuentro deportivo mundial en 1931, dos años antes del ascenso del nazismo al poder. Desde entonces, y especialmente a partir de 1935 luego de la adopción de las leyes de Núremberg, agrupaciones judías, afro-americanas, progresistas y sindicatos se manifestaron en contra de la celebración de las olimpíadas en Berlín y pidieron por un boicot. Pero el COI descartó esos llamamientos e incluso varios deportistas negros y judíos decidieron participar en los juegos. Destacados deportistas afro-americanos como Jesse Owens, Ralph Metcalfe y Eulace Peacock defendieron la idea de asistir a Berlín sobre la base de que su triunfo serviría para socavar las teorías raciales de los nazis. Los nazis consideraban a los negros como seres intelectualmente inferiores pero al mismo tiempo físicamente fuertes en función de la condición animalesca que les atribuían. Atento a la sensibilidad internacional, en agosto de 1936 el Ministro de Propaganda del Reich, Joseph Goebbles, instruyó a la prensa alemana a abstenerse de difamar a los deportistas negros: “El punto de vista racial no debiera ser usado de modo alguno al informar sobre los resultados deportivos; por sobre todo no se debe reportar de manera insensible sobre los negros”. Goebbels aludía a los participantes afro-americanos pues no había afro-alemanes que fuesen miembros de equipos alemanes en los juegos. (Aunque sí hubo un peso-pesado negro, Louis Brody-Alcolson, que integró el equipo nacional de boxeadores alemanes). Estados Unidos envió a dieciocho deportistas negros en su representación a las olimpíadas nazis y seis de ellos obtuvieron medallas de oro, plata y bronce. Famosamente, Hitler rehusó saludarlos conforme el protocolo demandaba. Ese mismo año aconteció otro hecho que puso a las cuestiones raciales en el tapete del debate internacional. En junio de 1936 tuvo lugar en el Yankee Stadium una pelea entre el afro-americano Joe Louis y el alemán Max Schmeling. Este último representaba al estado nacional-socialista a nivel mundial. En la guerra sería paracaidista del ejército alemán pero no se había afiliado al Partido Nazi y tuvo un manager judío durante toda su carrera. Cuando Schmeling noqueó a Louis la prensa nazi exaltó el orgullo ario. “La victoria de Schmeling no fue sólo deporte. Fue un asunto de prestigio para nuestra raza” afirmó el semanario Das Schwarze Korps. “El negro es de naturaleza esclava”, redactó Der Welktkampf, “[Schmeling] contuvo la arrogancia del negro y claramente probó la superioridad de la inteligencia blanca”. Goebbles inmortalizó el resultado en una película masivamente divulgada con el título “Max Schmeling´s Sieg-Ein Deutscher”. Dos años más tarde, en 1938, hubo un rematch y Louis derrotó a Schmeling en apenas dos minutos del primer round. En esta oportunidad, los nazis silenciaron a su prensa. Miembros de la comunidad negra formaron parte de la resistencia anti-nazi. Johnny Voste luchó contra los nazis en Holanda y Bélgica, fue capturado y enviado a Dachau en 1942. Joseph Bile debió exiliarse y activó contra Alemania desde el extranjero. Hilarius Gilges se unió a la juventud comunista alemana y militó contra el nazismo hasta que fue arrestado y asesinado en Düsseldorf. Johnny Nicholas fue un espía de la resistencia francesa encargado de hallar a pilotos ingleses derribados en Francia. Una amante despechada lo delató a la Gestapo. Murió en 1945 por las varias heridas sufridas durante su cautiverio. Josephine Baker fue la más prominente espía francesa negra de entonces. Dotada cantante conversa al judaísmo al casarse con Jean Lion, fue reclutada por el servicio secreto francés y pasó valiosa información sobre las tropas alemanas. Su trabajo clandestino la llevó de Francia a Portugal, Marruecos, Argelia, España, Egipto, Siria, Palestina, el Líbano y Sudamérica.

JOSEPHINE BAKER

Cuando Josephine Baker, una mujer de raza negra y ligera de ropa dejó con la boca abierta al público del Follies Bergere pocos podían imaginar que tras aquel hermoso cuerpo que bailaba con gran pasión, se escondía una mujer valiente y luchadora dispuesta a colaborar con la Resistencia francesa y a jugarse la vida como espía para detener el oscuro avance de las tropas nazis por Europa. Nada la frenó y su coraje y valor fueron premiados con las más altas condecoraciones norteamericanas y francesas. A su muerte, recibió un funeral de estado en el París por el que estuvo dispuesta a todo. En 1936 volvía a los Estados Unidos donde se encontró con la hostilidad de un público que no estaba dispuesto a aceptar sus espectáculos tildados de escandalosos. Ante el rechazo, Josephine regresó pronto a París donde se casó con un empresario de origen judío, Jean Lion y gracias a este matrimonio consiguió la nacionalidad francesa. Convertida en una mujer rica y famosa, Josephine Baker disfrutó de su fama mostrando su talento por toda Europa. Ya entonces, a las puertas del auge del nazismo, los comentarios racistas contra ella empezaron a hacerse habituales y algunos grandes teatros, sobre todo en Alemania y Austria, le cerraron sus puertas. Josephine ya había vivido la agresividad contra los negros en su Norteamérica natal y no estaba dispuesta a quedar de brazos cruzados. Josephine se unió a la Liga Internacional contra el Racismo y el Antisemitismo y pronto llamó la atención del Deuxième Bureau, una organización de la inteligencia militar francesa2. Josephine convenció a Jacques Abtey, su jefe, de que gracias a su fácil movilidad debida a su profesión y su alto patriotismo por su país de adopción, iba a ser una buena espía. Y así lo demostró durante sus años de colaboración con la resistencia francesa. Su Château Les Milandes situado en el sur de Francia se convirtió en un centro de operaciones para la resistencia donde se ocultaban armas, espías y se intercambiaba información. Josephine también actuó ante las tropas que se encontraban en Marruecos. Su colaboración con el bando aliado le valdría el honor de convertirse en la primera mujer en recibir la Cruz de Guerra de los Estados Unidos. Francia la condecoró con la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia.


CARLOS GREYKEY. EL ESPAÑOL GUINEANO QUE SOBREVIVIÓ AL HOLOCAUSTO


Carlos Greykey (José Grey Molay) nació en Barcelona, el 4 de julio de 1.913. Sus padres eran de la isla de Fernando Poo, una de las colonias españolas en África en aquel entonces. Su madre fregaba suelos en los lujosos edificios del Paseo de Gracia de Barcelona, y de su padre no constan datos de su ocupación. Greykey recibió una buena educación, era culto, hablaba varios idiomas (entre ellos el alemán), y sus compañeros le recuerdan como un joven de físico atractivo y trato agradable. Fue uno de los pocos negros que combatieron en las filas republicanas durante la Guerra Civil española. Se refugió después en Francia, con el resto de compañeros del ejército republicano, y volvió a combatir en las filas francesas al inicio de la II Guerra Mundial. Hecho prisionero en el frente, lo deportaron a Mauthausen, donde llegó el 21 de junio de 1.941, hacinado en un tren con otros cinco mil compatriotas, recibiendo el número de deportado, como "español rojo", 5124. En Mauthausen, los alemanes no estaban acostumbrados a ver negros, por lo que su llegada al campo no podía pasar desapercibida. Los SS le frotaron una toalla húmeda por la cara para comprobar si iba sucio o era de piel negra, y el comandante del campo Franz Ziereis, ordenó que lo vistieran con un uniforme rojo de botones dorados (un uniforme viejo de la Guardia Real Yugoslava), y que fuera colocado de portero y encargado de la guardarropía del club de oficiales, para exhibirlo como a una rareza. La escena de su llegada al campo la relata Joaquim Amat-Piniella en su libro K. L. Reich : “Entre el color terroso de la multitud destacaba un punto negro. Desnudos y apiñados en el Patio de los Garajes de Mauthausen, mucho más pequeño que la Appellplatz del campo, 5.000 presos aguardan penosamente, el 21 de junio de 1.941, a que los SS procedan a una desinfección general. La piel oscura de un hombre le hace particularmente visible, algo poco recomendable en un lugar, Mauthausen, en el que es mejor pasar inadvertido. Es un negro. Se trataba de un muchacho de Barcelona nacido en el África española". Franz Ziereis le hacía recoger los abrigos de sus invitados, pero los oficiales alemanes no veían bien que un ser de raza tan inferior manoseara sus abrigos. Vestido con el uniforme que Mariano Constante describe como “de botones de gran hotel”, lo emplearon como sirviente y camarero de los oficiales, y Ziereis le exhibía como a un “mono amaestrado” ante las visitas que recibía en el campo. Según Mariano Constante, "Lo habían colocado para servir a la oficialidad y los SS del campo lo lucían especialmente cuando venían mandos de Berlín. Era un hombre muy agradable, un buen compañero. Le hacían vestir un uniforme como de botones de gran hotel, para darse postín los SS. Le humillaban, pero eso le salvó; en la cantera no hubiera aguantado mucho". Fue el único republicano español que estuvo cerca de Himmler el día en que éste visitó Mauthausen en 1.941, y Himmler no podía creer que el primer negro que viera en su vida fuera además “un negro español”. Ziereis se lo presentó diciendo: "Reichfürer esto es un negro español", Himmler respondió: "Oh! ¿es realmente español?, y Ziereis le aclaró: "vivía en España, pero su padre era caníbal y comía carne humana", y le abrió la boca mostrando su dentadura perfecta, algo muy poco frecuente entre los presos del campo. Ernst Kaltenbrünner, jefe de los SS y mano derecha de Himmler, se adelantó y pellizcó a Carlos en la mejilla. Un tiempo después, durante otra visita de peces gordos, un oficial borracho le pasó la mano por la cara para ver si desteñía, y le preguntó: “¿Por qué eres negro? Mirándose los dedos, que no se habían manchado…. Y Carlos le respondió con sorna: “Es que mi madre olvidó lavarme” (ya se había acostumbrado a ser la mascota de los nazis, y les había perdido un poco el miedo). El grupo de oficiales estalló a reír por su ocurrencia, pero a partir de ahí acabó su condición de preso “privilegiado”, puesto que Ziereis en castigo a su insolencia le puso a fregar los lavabos de los SS. Greykey habría terminado como la mayoría de presos de color, si no hubiera sido por la ayuda de sus compañeros, que hacían lo posible por ayudarle y esconderlo. Llegaron a camuflarle en un recuento cubriéndole la cara con harina. Neus Català, antigua presa en Ravensbrück y que conoció a Greykey en un encuentro de ex deportados en Francia a finales de los años 60 dijo: "Él mismo me explicó que lanzó una copa de champaña en la cara a un oficial alemán, y que se salvó sólo porque los compatriotas españoles lo escondieron y le maquillaron la cara con polvo". Tras la liberación el campo, Carlos se instala en Francia, se casó y tuvo varios hijos, y en los años sesenta se le ve en reuniones de antiguos deportados, pero poco después nadie vuelve a saber de él.

CARNE DE CAÑON DURANTE LA GUERRA E IGNORADOS DESPUÉS

Durante la Segunda Guerra Mundial también fueron movilizados miles de soldados negros llamados “Tiradores senegaleses” (cuyo número fue de 179 000) de las diferentes colonias francesas hacia Francia. Muchos prisioneros negros pertenecientes a las unidades de tiradores senegaleses y a veces norteafricanos conocieron una suerte trágica. Considerados por los alemanes como “tropas salvajes” y furiosos por haber encontrado una dura resistencia por parte de esos combatientes, en particular para defender la ciudad de Lyon, muchos de ellos fueron masacrados tras su captura sin ninguna forma de proceso, arrojados a fosas comunes o a las llamas de granjas ardiendo. Algunos fueron asesinados aplastados por las cadenas de los tanques alemanes. Por otra parte, los imperios coloniales francés y británico jugaron un papel muy importante en la guerra. África fue teatro de numerosas operaciones y contó en la financiación de la guerra. Las potencias coloniales implicadas en la guerra (Alemania e Italia, de un lado, contra Francia, Inglaterra, Bélgica del otro) se enfrentaron en África a través de sus colonias. África contribuyó mucho a la consolidación del campo de los aliados, particularmente sirviendo de base de apoyo de sus operaciones. Argelia sirvió incluso de “cuartel general” para la “Francia libre”. A pesar de todos esos sacrificios, fue preciso esperar hasta 2007 para que los antiguos combatientes africanos del ejército francés percibieran la misma pensión que los soldados franceses que participaron en la guerra. Peor aún, Francia en 1945 no mantendrá su promesa de dejar acceder a la independencia a los países que colonizaba. La pesadilla colonial iba así a proseguir para millones de africanos durante cerca de dos decenios.

La aceptación de soldados negros en el ejército nazi contrastó con el trato que la sociedad esculpida por Hitler daba a las personas de color en la propia Alemania, donde residían miles de negros procedentes de antiguas colonias africanas, algunos de ellos incluso casados con mujeres germanas. Los mulatos nacidos de estas uniones también fueron marginados, llamándoles 'bastardos de Renania' porque personificaban la "pérdida del orgullo de raza". Siempre fueron considerados seres inferiores y se les aplicó las leyes de Nuremberg, que prohibían los matrimonios y las relaciones sexuales entre arios y negros. Asimismo fueron perseguidos, encarcelados, esterilizados, utilizados en experimentos médicos y, por supuesto, asesinados. O se les hizo desaparecer misteriosamente. Algunos tuvieron más suerte y simplemente resultaron recluidos en campos de concentración. Aunque a los negros alemanes no se les deportó sistemáticamente por el color de su piel, la mayoría fueron a parar finalmente a los campos como Buchenwald, Dachau, Mathausen... acusados de comunistas, testigos de Jehová o por tocar música jazz, considerada decadente por los nazis. Allí fueron utilizados en trabajos forzados. La mayoría pereció víctima de malos tratos. Al comienzo de la segunda guerra mundial  se estima que unos 100.000 africanos occidentales sirven en el ejército colonial francés. No parece mucho para un territorio tan extenso, más de siete veces Francia (o nueve veces España) pero la población no llega a los 13 millones. De esos 100.000, una cuarta parte se queda para proteger esta y otras colonias, y los tres cuartos restantes se envían a Europa. Después de la experiencia de la primera guerra mundial, los africanos y el resto de contingentes coloniales son repartidos en unidades mixtas con otras metropolitanas, llamadas divisiones de infantería colonial (DIC). Por ejemplo, la 4º DIC cuenta con el 16º y 24º regimientos de tiradores senegaleses, y el 2º regimiento de infantería colonial, formado por soldados blancos y miembros de otras colonias. La inmensa mayoría de los oficiales y suboficiales son blancos, así como las unidades de artillería y otros servicios, de una forma bastante parecida a las divisiones del ejercito angloindio. Y si los gurkhas tienen sus cuchillos kukri, a los “senegaleses” (a fin de cuentas, la colonia más habitada, y donde está la capital) los franceses les proporcionan el coupe-coupe, un cuchillo, o más bien machete, de unos 40 cm. En total, se estima que unos 63.000 africanos occidentales servían en el frente occidental en mayo-junio de 1940, en ocho regimientos de tiradores senegaleses (RTS), ocho regimientos de infantería colonial mixta senegalesa (RICMS) y otras unidades menores. El resto estaban aún adiestrándose en el sur de Francia. De esos 63.000, unos 40.000 entraron en combate. Al terminar la batalla de Francia habían sufrido unos 17.000 muertos y desaparecidos, de los que unos 1.500 – 3.000 fueron asesinados por los alemanes después de haberse rendido. En total los alemanes capturaron unos 15-16.000 prisioneros senegaleses, más unos 4.000 “negros” (incluidos caribeños o malgaches) de otras colonias. El resto permaneció en en la Francia de Vichy, que siguió empleándolos en la defensa del imperio colonial, en especial en Dakar, Madagascar, Siria… Aunque a partir de agosto de 1940 los prisioneros coloniales fueron bien tratados por los alemanes, que especulaban con algún tipo de resurgimiento de su imperio africano, a finales de 1942 esos sueños desaparecen. Al contrario que los franceses, que enviaban al sur a sus unidades africanas de noviembre a marzo, los alemanes hacen que permanezcan en sus campos de prisioneros del norte de Francia durante todo el invierno, lo que se tradujo en una alta mortandad, principalmente  por tuberculosis y neumonía. Muy pocos fueron trasladados a Alemania, sólo por peticiones de médicos y antropólogos alemanes. A la hora de la repatriación sólo se encontraron en los antiguos STALAGs alemanes a unos 8.000 tiradores, que aún tuvieron que soportar el maltrato de las autoridades militares francesas, que no les reconocían ningún derecho de los que sí gozaban los prisioneros blancos, y que desembocó en la masacre de Thiaroye, ya en Senegal. En cuanto a las cifras tan altas de muertos y desaparecidos en combate de 1940, pudo apreciarse que en muchísimas ocasiones los alemanes no dieron cuartel a las tropas no europeas. Sin embargo, no hubo nunca órdenes superiores de terminar con ellos, más bien fue la expresión de los prejuicios raciales que fueron asentándose en la Alemania del siglo XX, desde las revueltas de hereros y Nama 1904-07, en la actual Namibia, y la de los maji-maji de 1905-1907 en la actual Tanganika, hasta la llamada “vergüenza negra,” que fue el que participaran tropas coloniales francesas en la ocupación del Sarre de 1919-25.  La propaganda de la derecha alemana en general, y del partido nazi en particular, retrataron a los negros como  bestias sangrientas con apariencia humana, apenas un paso por encima de los gorilas. La inmensa mayoría de los alemanes reclutados en 1940, si habían visto alguno, había sido en ferias y circos, así que no es de extrañar que tuvieran ese tipo de prejuicios todo tipo de integrantes de la Wehrmacht. Entre los oficiales, hubo de todo. Un alférez francés testificó, por ejemplo, que primero fue felicitado por el capitán alemán  al que se rindió, por lo eficaz hasta ese momento de su defensa, para a continuación estar a punto de ser fusilado por un teniente por el delito de haber mandado tropas negras. Al final, fue salvado in extremis por el comandante del batallón.    

LOS MALDITOS BASTARDOS QUE EXISTIERON EN LA VIDA REAL

Nota de Con Z de Zine: El testimonio de esta mujer es muy interesante pero que no pretenda hacernos creer que su padre y sus camaradas pedían educadamente perdón a sus enemigos antes de pegarles un tiro o rajarles el cuello




Mi padre fue un ‘Maldito Bastardo pero no cortaba la cabellera de los nazis, ni les tatuaba con el machete una esvástica en la frente, ni degollaba. Mi padre, Peter Masters (1922-2005), borró su identidad y todo su pasado para alistarse en la “X Troop” británica o comando clandestino judío de élite que participaba en arriesgadas -y muchas veces suicidas- misiones de información para el ejército aliado. La pornográfica casquería tarantiniana muestra una realidad sesgada de violencia gratuita muy lejos del valor e intrepidez de mi padre. La historia real es aún mejor (Kim Masters, columnista de “The Daily Beast” e hija de Peter Masters, uno de los integrantes de la Tropa X.)
Peter Masters, antes Peter Arany, fue uno de los 88 refugiados judíos y repudiados por la Alemania nazi, que formaron este comando de élite que trabajaba siempre al otro lado del frente disolviéndose con el enemigo. 21 de ellos murieron salvajemente en alguna misión y otros 23 fueron heridos gravemente. De los 44 que participaron en el desembarco de Normandía, 27 fueron asesinados, heridos o hechos prisioneros. Eran un comando clandestino, fuera de toda estadística, reglamento público y protocolo militar; basado en el voluntariado y promovido por la venganza personal de los que fueron reprobados y torturados por el integrismo nazi en territorio alemán. Fue uno de los secretos mejor guardados de la Segunda Guerra Mundial. Hasta pasados los años 60 no se desclasificaron los documentos que demostraban y explicaban su existencia. Las Tropa X (escisión de la tropa Nº3 y nº10 del ejército británico) nació en 1942, bajo el mando de Louis Mountbatten (reputado diplomático y marino inglés) y como respuesta a la optimización de los recursos británicos en territorio extranjero. Louis pensó en el agrupamiento de unidades por nacionalidades para mejorar las cohesiones de grupo en las fuerzas especiales. En julio de 1942 elcapitán Bryan Hilton Jones -un aventajado militar montañero y profesor de idiomas- solicitó la conformación de un grupo segregado para actividades de ‘inmersión’ en las líneas enemigas. Más de 10.000 candidatos y refugiados judíos negociaron la solicitud promovidos por la revancha del odio acumulado en su martirio nazi. La mayoría fueron rechazados por su estado físico. 1.000 hombres lograron ser reclutados para el comando, aunque solamente 88 llegaron a suboficiales. Había nacido la tropa X. Apodo nacido del mismísimo Winston Churchill, en elogio a la valía de estos “guerreros desconocidos”.

” […] Vengarse de los nazis era una motivación siempre presente en la Tropa X. Pero nuestro comando era la antítesis de las siempre incómodas denuncias por ajusticiar como “Corderos en el matadero“. Peter Masters

” […] Matamos a personas, sí…; pero con ‘elegancia’, sin ese tipo de cosas” Tony Firth de la Tropa X y amigo fiel de Peter Masters, al conocer el guión de la película de Tarantino.

” […] Todavía tengo, a mis 88 años, pesadillas y remordimientos de aquella tarde. Mi compañía lanzó una granada desde retaguardia mientras yo esperaba al otro lado de trinchera enemiga. En un instante un jóven soldado alemán salió con las manos en alto y yo le disparé. Yo no quería matar a nadie con los brazos levantados. Esto me tortura”.  Peter Terry de la Tropa X

Tras la selección fueron entrenados duramente en País de Gales en  ‘artes bélicas’ de las fuerzas especiales británicas; particularmente en paracaidismo, escalada, rápel y el manejo de explosivos. También se les obligó a quemar cualquier documento que revelara su antigua identidad y a practicar su nueva firma durante horas hasta su perfecta ejecución. Esto incluía la desconexión total con el entorno familiar y personal anterior. El conocimiento del alemán y su impecable acento eran requisito imprescindible para la militancia en el grupo de ‘elegidos’ y así mimetizarse en territorio enemigo y poder realizar los interrogatorios a prisioneros con las máximas garantías.
Para los alemanes, los integrantes de estos comandos eran bastardos y tránsfugas militares, carroña de las carroñas, soldados y judíos insubordinados. Lo peor de lo peor. Una orden directa de Hitler en 1942 ordenaría el fusilamiento inmediato de los ‘desertores’ patrios sin gloria o “gánsters del sabotaje”, como él mismo los llamaba.
La más importante encomienda de la Tropa X fue la labor estratégica y de información antes, durante y después del desembarco de Normandía el 6 de Junio de 1944. Antes del día “D” fueron enviados hasta 3 veces a comprobar ‘in situ’, con sus propios pies, si las playas francesas estaban minadas con artefactos HairTrigger (minas de detonación extrasensible) o con minas convencionales. El testimonio de Peter Masters sobre la avanzadilla posterior en “Sword Beach” es estremecedor:

[…] Cruzamos en silencio las turbulentas aguas del Canal inglés. Algunos de mis camaradas murieron antes incluso de salir de la lancha de desembarco. Yo llevaba una mochila cargada, una ametralladora, un montón de cargadores y granadas, una bicicleta plegable y una larga cuerda de cáñamo para salvar el “Puente Pegasus” en caso de que los alemanes lo hubieran volado para impedir nuestro avance […]

Alcanzamos con nuestras bicicletas el camino a la aldea de Benouville después de dejar la playa, hasta que al compañero en cabeza le reventó la misma de un balazo enemigo. Nos refugiamos hasta nuevo aviso. El capitán me ordenó entonces que encabezara de nuevo la expedición rumbo a la aldea, pero no de forma sigilosa sino por mitad del camino. Entendí que se trataba de localizar las posiciones enemigas con sus disparos. Barrunté una sentencia de muerte más que probable pero accedí […]

“Toda mi formación se va a echar a perder” -pensé- y traté de improvisar recordando la escena de la película “Gunga Din” en la que Cary Grant, en una situación similar y rodeado de enemigos, empezó a gritar fríamente: “¡Están todos ustedes arrestados..!”. Así, mientras caminaba por el centro de la carretera, empecé a vociferar en un perfecto alemán: “¡¡Ríndanse todos y salgán de ahí!! ¡¡Están completamente rodeados y no tienen escapatoria…!!“
El efecto fue demoledor. Después de un largo silencio asomó la cabeza de un soldado alemán que me disparó infructuosamente. Le devolví el fuego cruzado antes de que se me encasquillara el arma. Cuando me quise dar cuenta todo el enemigo se había delatado y mi tropa completa estaba cubriéndome las espaldas […]

En septiembre de 1945 el comando se disolvió, pero mucho de sus miembros siguieron participando en las operaciones militares de las fuerzas de ocupación, siguiendo a los grupúsculos de resistencia nazi, a los cobardes huidos criminales de guerra o traduciendo documentos incautados en territorio des-ocupado. Peter Masters abandonó su condición de ‘bastardo sin gloria’ para convertirse en un reputado director de arte de una cadena de televisión americana.

“Comenzó siendo un ‘bastardo sin gloria’, justo lo contrario de lo que es ahora […]” -recordaba su hija por entonces-. Su corazón estalló en 2005, con 83 años, mientras jugaba un partido de tenis en una escuela de Rockville, Maryland, USA; y sin conocer la película del niño mimado de Hollywood que hoy distorsiona  con casquería fina su cruel pero valiente legado.