“Inglourious Basterds”
Dir.: Quentin Tarantino
USA / Alemania
Color / 153 min.
Drama / Bélico / Ensayo / Thriller / Parodia
35 mm.- 2.35 : 1 Digital
Dolby Digital / DTS / SDDS
Música: Varios (Dimitri Tiomkin, Morricone, Bernstein, Billy
Preston, Gianni Ferrio, Schifrin, Bowie…)
F.X.: Howard Berger, Greg Nicotero, Andy Schoneberg y un
amplio equipo.
Fotografía: Robert
Richardson
Guión: Quentin Tarantino
Producción:
Lawrence Bender, William Paul Clark, Christoph Fisser, Henning Molfenter, Bruce
Moriarty, Lloyd Phillips, Pilar Savone, Erica Steinberg, Bob Weinstein, Harvey
Weinstein, Charlie Woebcken
Prod. Co.: Universal
Pictures, The Weinstein Company, A Band Apart, Studio Babelsberg, Visiona
Romantica
“Orgullo de Nación” (“Nation's Pride” o “Stolz der Nation”)
dirigida por Eli Roth.
Intérpretes: Brad Pitt (Lt Aldo Raine); Eli Roth (Sgt Donnie
Donowitz); B.J. Novak (PFC Smithson Utivich); Mike Myers (Gen Ed Fenech);
Michael Fassbender (Lt Archie Hicox); Samm Levine (Pfc Hirschberg); Diane
Kruger (Bridget Von Hammersmark); Til Schweiger (Sgt Hugo Stiglitz); Christoph
Waltz (Col Hans Landa); Daniel Brühl (Frederick Zoller); Mélanie Laurent (Shosanna Dreyfus); Julie Dreyfus (Francesca
Mondino); Gedeon Burkhard (Cpl Wilhelm Wicki); Jacky Ido (Marcel); Omar Doom (Pfc
Omar Ulmer); August Diehl (Major Hellstrom); Denis Ménochet (Perrier LaPadite);
Sylvester Groth (Joseph Goebbels); Martin Wuttke (Hitler); Richard Sammel (Sgt
Rachtman); Alexander Fehling (Master Sgt Wilhelm/Pola Negri); Rodney Turt
Taylor (Winston Churchill); Sönke Möhring (Pvt Butz/Walter Frazer); Paul Rust (Pfc
Andy Kagan); Michael Bacall (Pfc Michael Zimmerman); Arndt Schwering-Sohnrey (German
Soldier/Winnetou); Petra Hartung (German Female Soldier/Beethoven); Zack Volker
Michalowski (German Soldier/Edgar Wallace); Ken Duken (German Soldier/Mata Hari);
Christian Berkel (Proprietor Eric); Anne-Sophie Franck (Mathilda); Léa Seydoux
(Charlotte Lapadite); Tina Rodriguez (Julie Lapadite); Lena Friedrich (Suzanne
Lapadite); Ludger Pistor (Cpt Wolfgang); Jana Pallaske (Babette); Wolfgang
Lindner (Herrman # 1); Michael Kranz (Herrman # 3); Rainer Bock (General
Schonherr); Andre Penvern (Old French Veterinarian); Sebastian Hülk (Hellstrom's
Driver/Nazi Usher # 1); Buddy Joe Hooker (Gaspar); Carlos Fidel (Pfc Simon
Sakowitz); Christian Bruckner (Kliest Voice); Hilmar Eichhorn (Emil Jannings);
Patrick Elias (Jakob Dreyfus); Eva
Loebau (Miriam Dreyfus); Salvadore Brandt (Bob Dreyfus); Wilfried
Hochholdinger (German Company Sgt);
Olivier Girard (Maxim's Waiter); Michael Scheel (General Frank); Leo Plank (Motorcycle
Rider # 1); Andreas Tietz (Motorcycle Rider # 2); Bo Svenson (American Colonel); Enzo G. Castellari (Himself)
Paris, 1941, el Coronel de las SS Hans Landa se presenta en
la humilde granja de Monsieur Lapadite buscando a una familia judía. La joven
Shosanna de 18 años consigue eludir la captura y tres años después es
propietaria de un ampuloso cine en la capital francesa. Francia es un hervidero
de soldados alemanes. Uno de ellos se enamora del local y de su dueña
consiguiendo que sus mandos acepten que en esa misma sala se celebre la
premiere de una película de exaltación nacional socialista. Al evento asistirán
importantes ministros del partido.
Los ingleses que están al tanto gracias a los servicios de
espionaje organizan un operativo para sabotear el acto en el que participará un
comando de soldados judíos americanos que actúan en guerrilla al margen de las
normas del ejército y que son conocidos como los Malditos Bastardos por el
sanguinario trato que dispensan a los nazis que se cruzan en su camino.
Soshanna que ha aceptado a regañadientes colaborar con su
insistente amigo alemán ve también una ocasión perfecta para vengarse del trato
que los teutones dieron a su familia.
El final de la guerra y el destino del mundo podría
decidirse la noche del estreno.
“Malditos Bastardos” es un proyecto que Tarantino intentaba
poner en marcha desde que terminó “Jackie Brown” (1997). Llegó a plantearse
como una miniserie de doce episodios pero después de múltiples cambios y
avatares de pre-producción se configuró finalmente como un largometraje de dos
horas y media. El éxito de “Kill Bill” (2003) contribuyó para que la Universal
se animara a dar soporte al proyecto. No se arrepentirían porque una inversión
de 75 millones de dólares había recaudado 120.000.000 en cinco meses sólo en
Estados Unidos.
Para dar forma a este film Tarantino echó mano de muchas de
sus referencias cinéfilas dando forma a un ensayo sobre los géneros
cinematográficos y sobre el cine como soporte para la expresión y la
comunicación. “Malditos Bastardos” utiliza una línea argumental aparentemente
sencilla para recrearse en el tema bélico, el espionaje, el western, la comedia
o el romanticismo. Una reflexión sobre el cine en la línea de “Movie
Movie” (1978) de Stanley Donen pero con una óptica más sarcástica y grindhouse
Esto no es “El Día más Largo” (1962) o “Platoon” (1986),
estamos más cerca de “Tiempo de Amar Tiempo de Morir” (1958), “Ser o no Ser”
(1942), “El Gran Dictador” (1940), “Cabaret” (1972), “Valkiria” (2008) o la
nuestra “La Niña de Tus Ojos” (1998), es decir, películas que tienen el escenario bélico como telón de fondo pero cuya acción se sitúa principalmente en interiores y a
falta de tanques y aviones son los personajes llevan toda la carga simbólica de lo
que es la guerra.
“Malditos Bastardos” es cien por cien Tarantino pero no es la
película que podemos esperar si hacemos caso a las campañas promocionales. Exige la complicidad del espectador que ha de mantener la atención durante cinco actos claramente definidos que confluyen en
un apoteósico final.
El capítulo uno es el que más se suele asociar al western
pese a transcurrir en una campiña de la Francia ocupada por los nazis.
Conocemos a Hans Landa, una de las mejores creaciones de Tarantino, un
individuo irresistible, seductor, metódico. Se presenta en la casa de Mr.
Lapedite como si fuera un agente comercial y de forma educada, minuciosa e
implacable despliega una puesta en escena que va anulando la voluntad de su
anfitrión hasta tenerlo completamente entregado en la palma de su mano. Con
detalles como el de la pipa. Lapedite pide permiso para fumar y saca una
humilde y rudimentaria pipa artesanal, minutos después es Landa quien previa
solicitud cortés al dueño de la casa exhibe una enorme y lujosa pipa Calabash
Meerschaum como la que utilizaba Sherlock Holmes. No es un detalle casual pues
Landa antes que cazador de judíos se considera así mismo detective. Ningun
detalle es liviano en esta película. Vemos como la fría expresión del rudo francés se va descomponiendo hasta
reflejar un cada vez más incontenible nerviosismo. El capítulo termina de forma bella y dramática, con guiño incluído al maestro John Ford.
Ya nos ha quedado claro que aquí los nazis no se nos
presentan de forma maniquea como unos cabezas cuadradas psicópatas
descerebrados. Son gente astuta, inteligente y refinada. Implacables y temibles
en el caso de los oficiales y gente corriente y sencilla los soldados más
jóvenes que se juegan la vida en un conflicto que les supera.
El segundo acto sirve para que Tarantino se recree con el
pulp y el spaghetti bélico y western. Violencia surrealista y humor negro. Conocemos a
los “bastardos”, ocho americanos judíos reclutados por el teniente Aldo “El
Apache” Raine. Se trata de un comando de acción rápida y directa que tiene la misión
de llevar de forma clandestina la guerra a extremos incompatibles con el
derecho internacional o a cualquier otra convención humanitaria. Destacamos que el director
consigue hacer que Brad Pitt parezca un buen actor o que el cauce de un arroyo
seco en el espacio de unos pocos metros se convierta en un escenario militar de
primer orden sin que suene ningún disparo (o sólo uno para ser más exactos).
Más temible resulta para los prisioneros alemanes el sonido que se aproxima del
golpear de un bate contra las paredes de un túnel en la oscuridad. Valores
americanos como el beísbol se manchan de sangre. También entra en escena el
führer, iracundo en un despacho enorme parece un supervillano de cómic
vintage, ataviado con una capa porque estaba posando para una enorme pintura
mural.
La tercera parte nos lleva a París donde Shosanna, la chica
que cuatro años atrás escapó de la escaramuza en la granja Lapedite ahora es
propietaria de un cine donde se ve obligada a proyectar celuloide alemán aunque lo
alterna con películas del cómico francés judío Max Linder. Una noche se le
acerca un joven y guapo soldado alemán, Frederick Zoller. El soldado entabla
conversación cinéfila con ella que se muestra distante para quitárselo de
encima. Al día siguiente por casualidad la encuentra en un café biblioteca donde ella descubre que
él es una especie de héroe nacional para los alemanes. Lo deja plantado pero el
muchacho tiene planes para ella y su cine consiguiendo presentársela al mismísimo
Goebbels. La sensibilidad artística de los nazis es perfectamente compatible
con secuestrar a alguien con quien quieren entrevistarse y esto nos proporciona
otro delicioso momento en un lujoso restaurante donde Zoller convencerá al Ministro de Propaganda para que el alto mando alemán acuda al cine de la judía evadida (que se hace
pasar por ciudadana francesa con falsa identidad) para el estreno de una película patriótica.
Nuevamente aparece Hans Landa que se reencuentra con Shosanna aunque no la
reconoce o eso nos quiere hacer creer porque con este personaje es difícil
tener nada claro. En el momento de su aparición suenan los cañerísimos efectos
de percusión que acompañaban las manifestaciones del monstruo invisible en la película
de Siney J. Furie “El Ente” (1982).
Al final de este acto tenemos un interludio donde se nos
explican algunos aspectos técnicos del soporte cinematográfico en la sala de proyecciones
que tiene continuación entre los capítulos cuarto y quinto. Son momentos que
nos hacen pensar en “Cinema Paradiso” (1988) pero pasado por el especial y
corrosivo tamiz de Tarantino.
El episodio cuatro posiblemente es el que más nos acerca al
cine clásico de guerra. En un impresionante salón el teniente inglés Archie
Hicox es requerido a la presencia del general Ed Fenech y de Winston Churchill.
Tarantino continua hilvanando la trama mediante el cine. El teniente ha sido
elegido porque es alemán y crítico de cine profesional. Conocedor del séptimo arte
alemán intercambia impresiones con sus ilustres contertulios acerca de los
planes de Goebbels para obtener la supremacía de la industria nazi sobre la de
Hollywood que supuestamente está en manos del capital judío. El mensaje entre
líneas es es claro: quien controla el poderoso negocio y medio de propaganda que es el cine está más cerca de controlar el mundo.
La misión que se le encomienda es entrevistarse con una
doble agente alemana con el soporte de los “bastardos” para estudiar la forma de preparar un atentado contra el
Estado mayor alemán que acudirá a la premiere en el cine de Shosanna. La espía
en cuestión es una actriz famosa que ha organizado el encuentro en una taberna
situada en un sótano. Hicox acude a la cita junto a dos “bastardos” con la
aprobación a regañadientes del Teniente Aldo Raine que no está convencido de
que el lugar elegido para la reunión sea el adecuado.
Y es que el personaje de Bridget von Hammersmark es la
encarnación de la fatalidad. Parece como si su incursión en el mundo del
espionaje respondiese a la frivolidad propia de un personaje glamouroso que
disfruta interpretando un papel en la vida real sin considerar las
consecuencias de sus actos. En la apasionante secuencia de la taberna consigue
destrozar los nervios del espectador que impotente ve como cada una de sus
decisiones contraviniendo las sugerencias de sus invitados van conduciendo la
situación hacia el desastre.
Tarantino se homenajea a si mismo de forma brillantísima con
el memorable y tenso juego de cartas y se acuerda de los filmes de
“nazixploitation” o “porno nazis” con la
breve intervención de la forzuda soldado alemana que nos recuerda a Ilsa y minutos después en la camilla de la clínica veterinaria.
El quinto capítulo es el acto final de lo que se revela como
uno de los más alucinantes ejercicios sobre el cine que se han hecho nunca.
Empezamos con Soshanna de quien definitivamente se ha apoderado el espíritu de
la guerra y en su interior ha germinado la semilla de la venganza. La vemos
prepararse mientras de fondo suena “Putting out Fire”, el Bowie de “El Beso de
la Pantera” (1982). A continuación asistimos a un prodigioso
crescendo que nos lleva a momentos de alta comedia dignos de los Hermanos Marx
servidos por el genial encuentro entre Landa y los “Bastardos”. Suspense, espionaje, thriller italiano. Melodrama en el segundo de debilidad que Soshanna
se permite relajar sus defensas. Otro delirante momento
en que vemos a judíos americanos travestidos en gangsters italianos disparando
contra nazis alemanes en Francia. Sátira política con la vergonzosa negociación final.
Culmina la función un ejercicio de cine dentro del cine que hay que verlo para
creerlo.
Una de las cosas que más me gustan del cine de Tarantino es
su capacidad para llenar la pantalla con espectaculares imágenes, buscando planos amplios,
encuadres vigorosos o sorprendiendo con movimientos de cámara imposibles en
lugares cerrados. En “Malditos
Bastardos” se doctora con Matrícula de Honor.
Supongo que quien lea esta reseña ya tendrá claro a estas
alturas que la película me ha encantado. Quise volver a verla una semana
después de la primera vez y temía que se me fuera a hacer pesada la revisión
pero para nada. Me gustó todavía más.
Sin embargo me consta que mucha gente no comparte esta
opinión. ¿Cuál es el problema?
¿Que Tarantino sorprende? A mi me gusta que me ofrezcan algo
que se aparte de cualquier idea preconcebida, es como si te dan más por el
mismo precio. Para rememorar “Los Violentos de Kelly” (1970), “Doce del patíbulo”
(1967) o “La Delgada Linea Roja” (1998) ya tenemos las originales.
El estilo, la fotografía y el color no son actuales ni vanguardistas. ¿Y…? ¿Acaso por utilizar modernos efectos de
fotografía son mejores cagarros como “El Niño del Pijama de Rayas” (2008) o “La
Ladrona de Libros” (2013) que “Vida y Muerte del Coronel Blimp” (1943), “De
aquí a la eternidad” (1953) o “Traidor en el Infierno” (1953)? De todas formas "Malditos Bastardos" es un film con abundantes aspectos audaces.
Hay muchos diálogos y poca acción. Cuando una película dura
más de dos horas y no se hace pesada es porque esos diálogos están
perfectamente calculados al milímetro y su contenido se integra en situaciones
donde son necesarios para dar consistencia a la estructura del film. Aparte de
que se disfruta cada momento de ironía, suspense, humor soterrado y aportan
dimensión a los personajes que en nigún caso son planos sino que muestran
dobleces que los hacen creíbles y humanos. O terroríficos como es el caso del
SS Major Hellstrom.
El argumento no se ajusta a la realidad de los hechos
históricos sucedidos en la III Guerra Mundial. Pues ¿Qué hace usted viendo una
película de Tarantino? Abónese al History Channel.
A veces parece que estamos disfrutando de una comedia en vez de una dramática película de guerra. Supongo que se le puede reprochar lo mismo a “¿Teléfono
Rojo? Volamos Hacia Moscu” (1964), “Sopa de ganso” (1933), “La Vida es Bella”
(1997) o “Underground” (1995). También me parece apreciable la incomprendida “1941”
(1979) de Spielberg.
Tarantino se inspira en otras películas. Si, él es el
primero que lo admite pero el producto final resultante es único e inimitable.
Muchos actores en horas bajas le deben a él haber recuperado la popularidad. Y estoy seguro de
que habrá publico de “Malditos Bastardos” que no tardará en seguir la pista de
cualquier film que pueda haber servido de influencia como “Aquel maldito Tren
Blindado” (1978), “Con la sangre de Otros” (1984), “El Ultimo Metro” (1980) o
cada otra de las mencionadas en esta reseña. Esto me parece bueno para el
cine.
La banda sonora es una recopilación de temas de otras
películas. El director esperaba que Ennio Morricone se encargase de componer la
música pero finalmente el italiano no pudo cumplir con los plazos de
producción. Tarantino decidió tirar por la calle de enmedio con excelentes
resultados.
Poco podemos decir sobre
las interpretaciones aparte de que son todas magistrales. El realizador de Tennessee es un excepcional director de actores. Como dato anecdótico
podemos apuntar que el director procuró escoger ejecutantes oriundos de los mismos lugares
que los personajes que representan para asegurarse que dominaban el idioma en el
que tenían que grabar.
“Malditos Bastardos” no es un film en el que predomine la
violencia explícita pero si que tiene algunos momentos impactantes y algún
plano abiertamente gore.
Si tuviera que hacer algún reproche al conjunto sería la
casi nula aparición de figurantes, especialmente en París, capital que aun
estando bajo la ocupación nazi seguía siendo una ciudad llena de vida.
Sólamente vemos transeúntes a través de la ventana del local donde
Melanie/Soshanna fuma y lee relajadamente hasta que es abordada por el brasas
de Zoller. En consecuencia me resulta chocante que en unas calles semidesiertas, casi fantasmales, pudiera
moverse cotidianamente el negro Marcel pues llamaría la atención tal que si fuera un cura delante de un montón de nieve y los nazis no tenían mucha simpatía por las
personas de esa raza. Con todo, una persona de piel oscura en los años treinta gozaba de más
libertades en Europa que en Estados Unidos.
“Malditos Bastardos” me parece una grandísima película. Si
estuviera firmada por los Coen o Ridley Scott los críticos hablarían de ella como
de una obra maestra pero yo ya sé la verdad. Y Tarantino también.
Calidad Cinematográfica: 9
Psicotronia: 8
Gore: 5
NOTAS:
TEXTOS COMPLEMENTARIOS DE INTERES OBTENIDOS DE OTRAS FUENTES
QUE SE INDICAN AL FINAL DE CADA PARRAFO
MUSICA NEGRA EN EUROPA
El nacimiento del jazz en Europa es un fenómeno unido a las
dos guerras mundiales, por soprendente que pueda parecer. La Primera Guerra
Mundial introdujo el jazz en Europa. La presencia de soldados norteamericanos
en territorio europeo tuvo como consecuencia que su música (el jazz) invadiera
también de forma pacífica los gustos musicales de los ciudadanos, sobre todo entre
las clases más favorecidas y los intelectuales. Los años 20 y 30 vieron como el
jazz era muy popular, sobre todo en Francia y Alemania, y surgían cabarets,
salas de baile, y clubes como el Hot Club de París. Berlín es la capital del
jazz europeo en este momento. Por otra parte, Europa aporta al jazz movimientos
propios, como el jazz manouche, popularizado por Django Reinhardt y Stephan
Grappelli. La llegada de la Segunda Guerra Mundial vuelve a provocar una
segunda oleada de norteamericanos en Europa, el surgimiento de los zazous como
tribu urbana de la época, y la persecución del jazz por parte de los nazis como
“música degenerada”.
Si compositores de la talla y el nombre de Stravinsky,
Hindemith, Schoenberg y Berg fueron prohibidos, y muchos de ellos tuvieron que
emigrar de la Alemania nazi, no es difícil imaginar el destino del jazz en
tales condiciones: su origen negro y la simpatía que desde el inicio había
despertado entre los judíos, lo convirtieron en un blanco fácil de atacar para
los encargados de la limpieza y purificación cultural del Tercer Reich. Fueron
varios los factores y elementos que hicieron que el jazz no permaneciera a
salvo de los dictadores. En primer lugar, el espíritu propio del estilo, que
propiciaba el desarrollo de las posibilidades individuales de los músicos
involucrados en su ejecución (improvisación) y, sobre todo, el aire de rebeldía
y libertad que había marcado al jazz desde su misma génesis, en virtud de sus
antecedentes musicales: en un principio, en sus formas más rudimentarias y
básicas, era la música de los esclavos o hijos directos de esclavos del sur de
los Estados Unidos, recién liberados a fines del siglo diecinueve. Así es como
nos encontramos con una serie de regulaciones extremadamente absurdas, pero que
muestran hasta qué punto se preocuparon las autoridades nazis por diluir la
verdadera esencia de esa música que, a sus ojos, no hacía más que pervertir el
futuro del Reich, la sana y pura juventud aria. Lo que sigue es un extracto de
una ordenanza emitida por el organismo central encargado de dirigir la
actividad cultural en el Tercer Reich:
1. Las piezas en ritmo de fox-trot (o swing), no podrán
exceder el veinte por ciento del repertorio de las orquestas y bandas musicales
para baile;
2. En este tipo de repertorio llamado jazz, debe darse
preferencia a composiciones en escalas mayores y a letras que expresen la
alegría de vivir, en lugar de las deprimentes letras judías;
3. En cuanto al tempo, debe darse preferencia a
composiciones ligeras sobre las lentas (los llamados blues); de todos modos, el
ritmo no debe exceder la categoría de "allegro", medido de acuerdo al
sentido Ario de disciplina y moderación. De ninguna manera excesos de índole
negroide en el tempo (el llamado jazz) o en las ejecuciones solistas (los
llamados "breaks") serán tolerados.
4. Las llamadas composiciones jazzísticas podrán contener
hasta un diez por ciento de síncopa; el resto debe consistir en un natural
movimiento "legato" desprovisto de histéricas inversiones de ritmo
características de la música de las razas bárbaras y promotoras de instintos
oscuros extraños al pueblo alemán;
5. Queda estrictamente prohibido el uso de instrumentos
extraños al espíritu del pueblo alemán, como así también el uso de sordinas que
convierten el noble sonido de los instrumentos de viento y bronce en aullidos
judíos;
6. También quedan prohibidos los solos de batería que
excedan la mitad de un compás en tiempo de cuatro cuartos, excepto en los casos
de estilizadas marchas militares;
7. Queda prohibido a los músicos realizar improvisaciones
vocales (scat).
A pesar de este riguroso reglamento, el jazz mostraba
todavía en 1937 insospechados signos de resistencia entre la propia juventud
alemana, a punto tal que las autoridades nazis decidieron fomentar una diluída
forma de música levemente sincopada, que incluso fue a propósito llamada
"Jazz Alemán". Las organizaciones de la Juventud de Hitler se
ocuparon de que los salones de baile en los que reinaba el swing, fueran
gradualmente reemplazados por las reuniones y bailes de carácter netamente
folclórico, en armonía con la ideología de la "comunidad nacional".
La radio, tan vital para la enorme difusión que había tenido el jazz en los
años anteriores, por orden expresa de Josef Goebbels -Ministro de Propaganda de
Hitler- dejó por completo de transmitir "esa música judeo-negroide del
capitalismo norteamericano, tan desagradable al alma germana" (palabras
del propio Goebbels). Inevitablemente entonces, el jazz fue desapareciendo de
la vida pública –oficial-, pasando, como al comienzo de su historia, a la
clandestinidad, y a ser uno de los símbolos culturales de la resistencia, sobre
todo en la Francia ocupada.
EL NAZISMO Y LOS NEGROS
Un aspecto poco explorado de la Segunda Guerra Mundial y del
período previo a su estallido ha sido el estatus de la comunidad negra durante
la era nazi en Alemania. Una carta de octubre de 1934, firmada por Bernard
Lecache, presidente de la Liga Internacional contra el Antisemitismo, ilumina a
propósito de la situación de los negros en aquella época en aquél país: “Aunque
todo el mundo sabe de la persecución racial contra el pueblo judío en Alemania,
lamentablemente no es tan conocido que los negros también son sometidos al
terrorismo racial en el Tercer Reich. La condición económica y social de la
gente de color es terrible”. No se ha determinado con precisión el tamaño de la
comunidad negra en la Alemania de la época. Adolf Hitler ha dicho “El judío
constituye sólo el uno por ciento de la población alemana, el negro sólo el uno
por ciento del uno por ciento…”. Algunos historiadores han ubicado la cifra
entre mil y cinco mil almas y otros hablan de veinte mil. A los efectos de este
ensayo, al hablar de comunidad negra en Alemania incluiremos a los africanos y
sus descendientes, afro-alemanes y afro-americanos residentes. A diferencia de
los judíos y de los gitanos, los negros alemanes no conformaban una comunidad
cohesionada que podía -en el imaginario nazi- representar algún tipo de amenaza
colectiva. Eran pocos y estaban esparcidos. La comunidad afro-alemana, en la
medida en que podemos hablar de una, estaba compuesta por individuos que
llevaban vidas particulares. No hubo organizaciones políticas fundadas por
negros, apenas asociaciones afro sociales o culturales. La participación política
de los negros en Alemania se expresó en los movimientos comunistas o
democráticos universales. La política nazi hacia los negros fue hostil y
manipuladora, incluso espantosa, pero no llegó a alcanzar los niveles de horror
a los que fueron sometidas otras minorías, especialmente los judíos, los
gitanos y los homosexuales. A pesar de la evidente negrofobia en la cosmovisión
aria del nazismo, los nazis no montaron un plan de deportación ni exterminio de
los negros en su seno; tampoco los removieron por completo de la vida social y
cultural alemana. Pero sí adoptaron una política de esterilización colectiva de
la raza negra en Alemania con el objeto de evitar su reproducción: hombres y
mujeres de color fueron sometidos a esterilizaciones forzadas. Ninguna orden
general fue emitida para arrestar, encarcelar y eliminar a los negros, y
algunos de ellos fueron de hecho enlistados en el ejército para luchar por
Alemania mientras que otros podían enseñar en las escuelas y universidades, aun
cuando los judíos y los disidentes no podían hacerlo. En parte esto obedecía al
interés colonial alemán en África, los negros podían enseñar idiomas africanos
entre otros estudios. Los nazis parcialmente toleraron a cantantes negros y
emplearon a varios de ellos en películas propagandísticas y shows “étnicos”. Al
mismo tiempo repudiaron el jazz como una música judeo-negra degenerada y
miraron con desprecio las dotes deportivas de los negros. Algunos ataques
contra los negros fueron publicados en la prensa alemana y varios afro-alemanes
fueron perseguidos. Las leyes contra los no-arios eran lo suficientemente vagas
como para que los negros quedaran incorporados y era inconcebible que un
afro-alemán ocupara un puesto en el que tuviera subordinados arios. El Führer
pareció pendular entre la lástima y el rechazo por esta comunidad, como esta
declaración suya sugiere: “Los negros deben definitivamente ser gente de
tercera clase. Su pueblo es desesperanzado. No los odio. Me apenan estos pobres
diablos”. Algunos historiadores han postulado que el trato aberrante pero
relativamente moderado del Tercer Reich hacia los negros se basó en la decisión
de explotarlos políticamente para marcar un contraste con las políticas
segregacionistas vigentes en los Estados Unidos y así marcar puntos a su favor
en la corte de la opinión pública mundial. En 1933 la cancillería alemana
afirmó: “No olvidemos, ahora que las acusaciones contra Alemania por la
cuestión judía están comenzando a aplacarse un poco, que no podemos permitir
que la cuestión de la gente de color provea nueva substancia a la propaganda
enemiga en la lucha contra la nueva Alemania”. Los negros fueron reclutados
para participar en películas con claros fines políticos: principalmente fueron
usados para denigrar a los Estados Unidos y a la vez para promocionar el
colonialismo alemán en el norte de África. En la década de 1920, Alemania
contaba con una alta población de entretenedores extranjeros, particularmente
afro-americanos. Antes de la llegada de Hitler al poder, muchos artistas negros
hallaron en Alemania el espacio cultural que les era negado en su propia casa
del otro lado del Atlántico. En 1931 se adoptó una ley que limitaba la
contratación en suelo alemán de músicos foráneos, algo que impactaría
severamente en este grupo de artistas afro. Con el advenimiento del nazismo,
paradójicamente, muchos artistas negros obtuvieron empleo como actores en
películas, documentales y shows de entretenimiento. La representación de los
afro en los films nazis era caricaturesca, en parte orientada a advertir contra
la integración de los negros en la sociedad alemana, y en parte para usarlos
como sustitutos de nativos africanos en los films coloniales. En ciertos casos,
prisioneros de guerra negros participaron como extras en documentales nazis.
Descontando estas instancias, los actores afro-alemanes estaban generalmente
bien remunerados en la industria del cine alemán. En 1932 se prohibió en
Alemania la contratación de músicos negros. Un crítico de música llamó al jazz
“el invento de un negro en Chicago”. Para mediados de la década todos los
músicos negros de jazz tenían prohibido tocar en Alemania, entre otros, Louis
Armstrong, Duke Ellington y Coleman Hawkings. Incluso la cantante clásica
Marian Anderson no pudo entrar a Alemania durante su tour europeo de 1935-1936
debido al “color de su piel como una negra”. En 1938 un diario alemán arengaba:
“No tenemos simpatía por idiotas que quieren trasplantar la música de la jungla
a Alemania… La música negra debe desaparecer”. Goebbels tildó al jazz como “el
arte de lo subhumano”. En los años treinta los nazis intentaron crear un
formato de jazz ario; el experimento fracasó. En 1941 produjeron un film de
propaganda contra el jazz titulado “Alrededor de la Estatua de la Libertad” que
incluyó a músicos negros. Al año siguiente se prohibieron todos los discos de
naciones enemigas, incluyendo obviamente al jazz de los Estados Unidos. La
actitud dual -despreciativa y manipulativa- del Tercer Reich hacia la comunidad
negra se cristalizó durante los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín. El Comité
Olímpico Internacional había concedido a Alemania el privilegio de ser
anfitrión del máximo encuentro deportivo mundial en 1931, dos años antes del
ascenso del nazismo al poder. Desde entonces, y especialmente a partir de 1935
luego de la adopción de las leyes de Núremberg, agrupaciones judías,
afro-americanas, progresistas y sindicatos se manifestaron en contra de la
celebración de las olimpíadas en Berlín y pidieron por un boicot. Pero el COI
descartó esos llamamientos e incluso varios deportistas negros y judíos
decidieron participar en los juegos. Destacados deportistas afro-americanos
como Jesse Owens, Ralph Metcalfe y Eulace Peacock defendieron la idea de
asistir a Berlín sobre la base de que su triunfo serviría para socavar las teorías
raciales de los nazis. Los nazis consideraban a los negros como seres
intelectualmente inferiores pero al mismo tiempo físicamente fuertes en función
de la condición animalesca que les atribuían. Atento a la sensibilidad
internacional, en agosto de 1936 el Ministro de Propaganda del Reich, Joseph
Goebbles, instruyó a la prensa alemana a abstenerse de difamar a los
deportistas negros: “El punto de vista racial no debiera ser usado de modo
alguno al informar sobre los resultados deportivos; por sobre todo no se debe
reportar de manera insensible sobre los negros”. Goebbels aludía a los
participantes afro-americanos pues no había afro-alemanes que fuesen miembros
de equipos alemanes en los juegos. (Aunque sí hubo un peso-pesado negro, Louis
Brody-Alcolson, que integró el equipo nacional de boxeadores alemanes). Estados
Unidos envió a dieciocho deportistas negros en su representación a las
olimpíadas nazis y seis de ellos obtuvieron medallas de oro, plata y bronce.
Famosamente, Hitler rehusó saludarlos conforme el protocolo demandaba. Ese
mismo año aconteció otro hecho que puso a las cuestiones raciales en el tapete
del debate internacional. En junio de 1936 tuvo lugar en el Yankee Stadium una
pelea entre el afro-americano Joe Louis y el alemán Max Schmeling. Este último
representaba al estado nacional-socialista a nivel mundial. En la guerra sería
paracaidista del ejército alemán pero no se había afiliado al Partido Nazi y
tuvo un manager judío durante toda su carrera. Cuando Schmeling noqueó a Louis
la prensa nazi exaltó el orgullo ario. “La victoria de Schmeling no fue sólo
deporte. Fue un asunto de prestigio para nuestra raza” afirmó el semanario Das
Schwarze Korps. “El negro es de naturaleza esclava”, redactó Der Welktkampf,
“[Schmeling] contuvo la arrogancia del negro y claramente probó la superioridad
de la inteligencia blanca”. Goebbles inmortalizó el resultado en una película
masivamente divulgada con el título “Max Schmeling´s Sieg-Ein Deutscher”. Dos
años más tarde, en 1938, hubo un rematch y Louis derrotó a Schmeling en apenas
dos minutos del primer round. En esta oportunidad, los nazis silenciaron a su
prensa. Miembros de la comunidad negra formaron parte de la resistencia
anti-nazi. Johnny Voste luchó contra los nazis en Holanda y Bélgica, fue capturado
y enviado a Dachau en 1942. Joseph Bile debió exiliarse y activó contra
Alemania desde el extranjero. Hilarius Gilges se unió a la juventud comunista
alemana y militó contra el nazismo hasta que fue arrestado y asesinado en
Düsseldorf. Johnny Nicholas fue un espía de la resistencia francesa encargado
de hallar a pilotos ingleses derribados en Francia. Una amante despechada lo
delató a la Gestapo. Murió en 1945 por las varias heridas sufridas durante su
cautiverio. Josephine Baker fue la más prominente espía francesa negra de
entonces. Dotada cantante conversa al judaísmo al casarse con Jean Lion, fue
reclutada por el servicio secreto francés y pasó valiosa información sobre las
tropas alemanas. Su trabajo clandestino la llevó de Francia a Portugal, Marruecos,
Argelia, España, Egipto, Siria, Palestina, el Líbano y Sudamérica.
JOSEPHINE BAKER
Cuando Josephine Baker, una mujer de raza negra y ligera de
ropa dejó con la boca abierta al público del Follies Bergere pocos podían
imaginar que tras aquel hermoso cuerpo que bailaba con gran pasión, se escondía
una mujer valiente y luchadora dispuesta a colaborar con la Resistencia
francesa y a jugarse la vida como espía para detener el oscuro avance de las
tropas nazis por Europa. Nada la frenó y su coraje y valor fueron premiados con
las más altas condecoraciones norteamericanas y francesas. A su muerte, recibió
un funeral de estado en el París por el que estuvo dispuesta a todo. En 1936
volvía a los Estados Unidos donde se encontró con la hostilidad de un público
que no estaba dispuesto a aceptar sus espectáculos tildados de escandalosos.
Ante el rechazo, Josephine regresó pronto a París donde se casó con un
empresario de origen judío, Jean Lion y gracias a este matrimonio consiguió la
nacionalidad francesa. Convertida en una mujer rica y famosa, Josephine Baker
disfrutó de su fama mostrando su talento por toda Europa. Ya entonces, a las
puertas del auge del nazismo, los comentarios racistas contra ella empezaron a
hacerse habituales y algunos grandes teatros, sobre todo en Alemania y Austria,
le cerraron sus puertas. Josephine ya había vivido la agresividad contra los
negros en su Norteamérica natal y no estaba dispuesta a quedar de brazos
cruzados. Josephine se unió a la Liga Internacional contra el Racismo y el
Antisemitismo y pronto llamó la atención del Deuxième Bureau, una organización
de la inteligencia militar francesa2. Josephine convenció a Jacques Abtey, su
jefe, de que gracias a su fácil movilidad debida a su profesión y su alto
patriotismo por su país de adopción, iba a ser una buena espía. Y así lo
demostró durante sus años de colaboración con la resistencia francesa. Su
Château Les Milandes situado en el sur de Francia se convirtió en un centro de
operaciones para la resistencia donde se ocultaban armas, espías y se
intercambiaba información. Josephine también actuó ante las tropas que se
encontraban en Marruecos. Su colaboración con el bando aliado le valdría el
honor de convertirse en la primera mujer en recibir la Cruz de Guerra de los
Estados Unidos. Francia la condecoró con la Legión de Honor y la Medalla de la
Resistencia.
CARLOS GREYKEY. EL ESPAÑOL GUINEANO QUE SOBREVIVIÓ AL
HOLOCAUSTO
Carlos Greykey (José Grey Molay) nació en Barcelona, el 4 de
julio de 1.913. Sus padres eran de la isla de Fernando Poo, una de las colonias
españolas en África en aquel entonces. Su madre fregaba suelos en los lujosos
edificios del Paseo de Gracia de Barcelona, y de su padre no constan datos de
su ocupación. Greykey recibió una buena educación, era culto, hablaba varios
idiomas (entre ellos el alemán), y sus compañeros le recuerdan como un joven de
físico atractivo y trato agradable. Fue uno de los pocos negros que combatieron
en las filas republicanas durante la Guerra Civil española. Se refugió después
en Francia, con el resto de compañeros del ejército republicano, y volvió a
combatir en las filas francesas al inicio de la II Guerra Mundial. Hecho
prisionero en el frente, lo deportaron a Mauthausen, donde llegó el 21 de junio
de 1.941, hacinado en un tren con otros cinco mil compatriotas, recibiendo el
número de deportado, como "español rojo", 5124. En Mauthausen, los
alemanes no estaban acostumbrados a ver negros, por lo que su llegada al campo
no podía pasar desapercibida. Los SS le frotaron una toalla húmeda por la cara
para comprobar si iba sucio o era de piel negra, y el comandante del campo
Franz Ziereis, ordenó que lo vistieran con un uniforme rojo de botones dorados
(un uniforme viejo de la Guardia Real Yugoslava), y que fuera colocado de
portero y encargado de la guardarropía del club de oficiales, para exhibirlo
como a una rareza. La escena de su llegada al campo la relata Joaquim
Amat-Piniella en su libro K. L. Reich : “Entre el color terroso de la multitud
destacaba un punto negro. Desnudos y apiñados en el Patio de los Garajes de
Mauthausen, mucho más pequeño que la Appellplatz del campo, 5.000 presos
aguardan penosamente, el 21 de junio de 1.941, a que los SS procedan a una
desinfección general. La piel oscura de un hombre le hace particularmente
visible, algo poco recomendable en un lugar, Mauthausen, en el que es mejor
pasar inadvertido. Es un negro. Se trataba de un muchacho de Barcelona nacido
en el África española". Franz Ziereis le hacía recoger los abrigos de sus
invitados, pero los oficiales alemanes no veían bien que un ser de raza tan
inferior manoseara sus abrigos. Vestido con el uniforme que Mariano Constante
describe como “de botones de gran hotel”, lo emplearon como sirviente y
camarero de los oficiales, y Ziereis le exhibía como a un “mono amaestrado”
ante las visitas que recibía en el campo. Según Mariano Constante, "Lo
habían colocado para servir a la oficialidad y los SS del campo lo lucían especialmente
cuando venían mandos de Berlín. Era un hombre muy agradable, un buen compañero.
Le hacían vestir un uniforme como de botones de gran hotel, para darse postín
los SS. Le humillaban, pero eso le salvó; en la cantera no hubiera aguantado
mucho". Fue el único republicano español que estuvo cerca de Himmler el
día en que éste visitó Mauthausen en 1.941, y Himmler no podía creer que el
primer negro que viera en su vida fuera además “un negro español”. Ziereis se
lo presentó diciendo: "Reichfürer esto es un negro español", Himmler
respondió: "Oh! ¿es realmente español?, y Ziereis le aclaró: "vivía
en España, pero su padre era caníbal y comía carne humana", y le abrió la
boca mostrando su dentadura perfecta, algo muy poco frecuente entre los presos
del campo. Ernst Kaltenbrünner, jefe de los SS y mano derecha de Himmler, se
adelantó y pellizcó a Carlos en la mejilla. Un tiempo después, durante otra
visita de peces gordos, un oficial borracho le pasó la mano por la cara para
ver si desteñía, y le preguntó: “¿Por qué eres negro? Mirándose los dedos, que
no se habían manchado…. Y Carlos le respondió con sorna: “Es que mi madre
olvidó lavarme” (ya se había acostumbrado a ser la mascota de los nazis, y les
había perdido un poco el miedo). El grupo de oficiales estalló a reír por su
ocurrencia, pero a partir de ahí acabó su condición de preso “privilegiado”,
puesto que Ziereis en castigo a su insolencia le puso a fregar los lavabos de
los SS. Greykey habría terminado como la mayoría de presos de color, si no
hubiera sido por la ayuda de sus compañeros, que hacían lo posible por ayudarle
y esconderlo. Llegaron a camuflarle en un recuento cubriéndole la cara con
harina. Neus Català, antigua presa en Ravensbrück y que conoció a Greykey en un
encuentro de ex deportados en Francia a finales de los años 60 dijo: "Él
mismo me explicó que lanzó una copa de champaña en la cara a un oficial alemán,
y que se salvó sólo porque los compatriotas españoles lo escondieron y le
maquillaron la cara con polvo". Tras la liberación el campo, Carlos se
instala en Francia, se casó y tuvo varios hijos, y en los años sesenta se le ve
en reuniones de antiguos deportados, pero poco después nadie vuelve a saber de
él.
CARNE DE CAÑON DURANTE LA GUERRA E IGNORADOS DESPUÉS
Durante la Segunda Guerra Mundial también fueron movilizados
miles de soldados negros llamados “Tiradores senegaleses” (cuyo número fue de
179 000) de las diferentes colonias francesas hacia Francia. Muchos prisioneros
negros pertenecientes a las unidades de tiradores senegaleses y a veces
norteafricanos conocieron una suerte trágica. Considerados por los alemanes
como “tropas salvajes” y furiosos por haber encontrado una dura resistencia por
parte de esos combatientes, en particular para defender la ciudad de Lyon,
muchos de ellos fueron masacrados tras su captura sin ninguna forma de proceso,
arrojados a fosas comunes o a las llamas de granjas ardiendo. Algunos fueron
asesinados aplastados por las cadenas de los tanques alemanes. Por otra parte,
los imperios coloniales francés y británico jugaron un papel muy importante en
la guerra. África fue teatro de numerosas operaciones y contó en la
financiación de la guerra. Las potencias coloniales implicadas en la guerra
(Alemania e Italia, de un lado, contra Francia, Inglaterra, Bélgica del otro)
se enfrentaron en África a través de sus colonias. África contribuyó mucho a la
consolidación del campo de los aliados, particularmente sirviendo de base de
apoyo de sus operaciones. Argelia sirvió incluso de “cuartel general” para la
“Francia libre”. A pesar de todos esos sacrificios, fue preciso esperar hasta
2007 para que los antiguos combatientes africanos del ejército francés
percibieran la misma pensión que los soldados franceses que participaron en la
guerra. Peor aún, Francia en 1945 no mantendrá su promesa de dejar acceder a la
independencia a los países que colonizaba. La pesadilla colonial iba así a
proseguir para millones de africanos durante cerca de dos decenios.
La aceptación de soldados negros en el ejército nazi
contrastó con el trato que la sociedad esculpida por Hitler daba a las personas
de color en la propia Alemania, donde residían miles de negros procedentes de
antiguas colonias africanas, algunos de ellos incluso casados con mujeres
germanas. Los mulatos nacidos de estas uniones también fueron marginados,
llamándoles 'bastardos de Renania' porque personificaban la "pérdida del
orgullo de raza". Siempre fueron considerados seres inferiores y se les
aplicó las leyes de Nuremberg, que prohibían los matrimonios y las relaciones
sexuales entre arios y negros. Asimismo fueron perseguidos, encarcelados,
esterilizados, utilizados en experimentos médicos y, por supuesto, asesinados.
O se les hizo desaparecer misteriosamente. Algunos tuvieron más suerte y
simplemente resultaron recluidos en campos de concentración. Aunque a los
negros alemanes no se les deportó sistemáticamente por el color de su piel, la
mayoría fueron a parar finalmente a los campos como Buchenwald, Dachau,
Mathausen... acusados de comunistas, testigos de Jehová o por tocar música
jazz, considerada decadente por los nazis. Allí fueron utilizados en trabajos
forzados. La mayoría pereció víctima de malos tratos. Al comienzo de la segunda
guerra mundial se estima que unos 100.000
africanos occidentales sirven en el ejército colonial francés. No parece mucho
para un territorio tan extenso, más de siete veces Francia (o nueve veces
España) pero la población no llega a los 13 millones. De esos 100.000, una
cuarta parte se queda para proteger esta y otras colonias, y los tres cuartos
restantes se envían a Europa. Después de la experiencia de la primera guerra
mundial, los africanos y el resto de contingentes coloniales son repartidos en
unidades mixtas con otras metropolitanas, llamadas divisiones de infantería
colonial (DIC). Por ejemplo, la 4º DIC cuenta con el 16º y 24º regimientos de
tiradores senegaleses, y el 2º regimiento de infantería colonial, formado por
soldados blancos y miembros de otras colonias. La inmensa mayoría de los
oficiales y suboficiales son blancos, así como las unidades de artillería y
otros servicios, de una forma bastante parecida a las divisiones del ejercito
angloindio. Y si los gurkhas tienen sus cuchillos kukri, a los “senegaleses” (a
fin de cuentas, la colonia más habitada, y donde está la capital) los franceses
les proporcionan el coupe-coupe, un cuchillo, o más bien machete, de unos 40
cm. En total, se estima que unos 63.000 africanos occidentales servían en el
frente occidental en mayo-junio de 1940, en ocho regimientos de tiradores
senegaleses (RTS), ocho regimientos de infantería colonial mixta senegalesa
(RICMS) y otras unidades menores. El resto estaban aún adiestrándose en el sur
de Francia. De esos 63.000, unos 40.000 entraron en combate. Al terminar la
batalla de Francia habían sufrido unos 17.000 muertos y desaparecidos, de los
que unos 1.500 – 3.000 fueron asesinados por los alemanes después de haberse
rendido. En total los alemanes capturaron unos 15-16.000 prisioneros
senegaleses, más unos 4.000 “negros” (incluidos caribeños o malgaches) de otras
colonias. El resto permaneció en en la Francia de Vichy, que siguió
empleándolos en la defensa del imperio colonial, en especial en Dakar,
Madagascar, Siria… Aunque a partir de agosto de 1940 los prisioneros coloniales
fueron bien tratados por los alemanes, que especulaban con algún tipo de
resurgimiento de su imperio africano, a finales de 1942 esos sueños
desaparecen. Al contrario que los franceses, que enviaban al sur a sus unidades
africanas de noviembre a marzo, los alemanes hacen que permanezcan en sus
campos de prisioneros del norte de Francia durante todo el invierno, lo que se
tradujo en una alta mortandad, principalmente
por tuberculosis y neumonía. Muy pocos fueron trasladados a Alemania, sólo
por peticiones de médicos y antropólogos alemanes. A la hora de la repatriación
sólo se encontraron en los antiguos STALAGs alemanes a unos 8.000 tiradores,
que aún tuvieron que soportar el maltrato de las autoridades militares
francesas, que no les reconocían ningún derecho de los que sí gozaban los
prisioneros blancos, y que desembocó en la masacre de Thiaroye, ya en Senegal.
En cuanto a las cifras tan altas de muertos y desaparecidos en combate de 1940,
pudo apreciarse que en muchísimas ocasiones los alemanes no dieron cuartel a
las tropas no europeas. Sin embargo, no hubo nunca órdenes superiores de
terminar con ellos, más bien fue la expresión de los prejuicios raciales que
fueron asentándose en la Alemania del siglo XX, desde las revueltas de hereros
y Nama 1904-07, en la actual Namibia, y la de los maji-maji de 1905-1907 en la
actual Tanganika, hasta la llamada “vergüenza negra,” que fue el que
participaran tropas coloniales francesas en la ocupación del Sarre de 1919-25. La propaganda de la derecha alemana en
general, y del partido nazi en particular, retrataron a los negros como bestias sangrientas con apariencia humana,
apenas un paso por encima de los gorilas. La inmensa mayoría de los alemanes
reclutados en 1940, si habían visto alguno, había sido en ferias y circos, así
que no es de extrañar que tuvieran ese tipo de prejuicios todo tipo de
integrantes de la Wehrmacht. Entre los oficiales, hubo de todo. Un alférez
francés testificó, por ejemplo, que primero fue felicitado por el capitán alemán
al que se rindió, por lo eficaz hasta
ese momento de su defensa, para a continuación estar a punto de ser fusilado
por un teniente por el delito de haber mandado tropas negras. Al final, fue
salvado in extremis por el comandante del batallón.
LOS MALDITOS BASTARDOS QUE EXISTIERON EN LA VIDA REAL
Nota de Con Z de Zine: El testimonio de esta mujer es muy interesante pero que no pretenda hacernos creer que su padre y sus camaradas pedían educadamente perdón a sus enemigos antes de pegarles un tiro o rajarles el cuello
Mi padre fue un ‘Maldito Bastardo pero no cortaba la
cabellera de los nazis, ni les tatuaba con el machete una esvástica en la
frente, ni degollaba. Mi padre, Peter Masters (1922-2005), borró su identidad y
todo su pasado para alistarse en la “X Troop” británica o comando clandestino
judío de élite que participaba en arriesgadas -y muchas veces suicidas-
misiones de información para el ejército aliado. La pornográfica casquería
tarantiniana muestra una realidad sesgada de violencia gratuita muy lejos del
valor e intrepidez de mi padre. La historia real es aún mejor (Kim Masters,
columnista de “The Daily Beast” e hija de Peter Masters, uno de los integrantes
de la Tropa X.)
Peter Masters, antes Peter Arany, fue uno de los 88
refugiados judíos y repudiados por la Alemania nazi, que formaron este comando
de élite que trabajaba siempre al otro lado del frente disolviéndose con el
enemigo. 21 de ellos murieron salvajemente en alguna misión y otros 23 fueron
heridos gravemente. De los 44 que participaron en el desembarco de Normandía,
27 fueron asesinados, heridos o hechos prisioneros. Eran un comando
clandestino, fuera de toda estadística, reglamento público y protocolo militar;
basado en el voluntariado y promovido por la venganza personal de los que
fueron reprobados y torturados por el integrismo nazi en territorio alemán. Fue
uno de los secretos mejor guardados de la Segunda Guerra Mundial. Hasta pasados
los años 60 no se desclasificaron los documentos que demostraban y explicaban
su existencia. Las Tropa X (escisión de la tropa Nº3 y nº10 del ejército
británico) nació en 1942, bajo el mando de Louis Mountbatten (reputado
diplomático y marino inglés) y como respuesta a la optimización de los recursos
británicos en territorio extranjero. Louis pensó en el agrupamiento de unidades
por nacionalidades para mejorar las cohesiones de grupo en las fuerzas
especiales. En julio de 1942 elcapitán Bryan Hilton Jones -un aventajado
militar montañero y profesor de idiomas- solicitó la conformación de un grupo
segregado para actividades de ‘inmersión’ en las líneas enemigas. Más de 10.000
candidatos y refugiados judíos negociaron la solicitud promovidos por la
revancha del odio acumulado en su martirio nazi. La mayoría fueron rechazados
por su estado físico. 1.000 hombres lograron ser reclutados para el comando,
aunque solamente 88 llegaron a suboficiales. Había nacido la tropa X. Apodo
nacido del mismísimo Winston Churchill, en elogio a la valía de estos
“guerreros desconocidos”.
” […] Vengarse de los nazis era una motivación siempre
presente en la Tropa X. Pero nuestro comando era la antítesis de las siempre
incómodas denuncias por ajusticiar como “Corderos en el matadero“. Peter
Masters
” […] Matamos a personas, sí…; pero con ‘elegancia’, sin ese
tipo de cosas” Tony Firth de la Tropa X y amigo fiel de Peter Masters, al
conocer el guión de la película de Tarantino.
” […] Todavía tengo, a mis 88 años, pesadillas y
remordimientos de aquella tarde. Mi compañía lanzó una granada desde
retaguardia mientras yo esperaba al otro lado de trinchera enemiga. En un
instante un jóven soldado alemán salió con las manos en alto y yo le disparé.
Yo no quería matar a nadie con los brazos levantados. Esto me tortura”. Peter Terry de la Tropa X
Tras la selección fueron entrenados duramente en País de
Gales en ‘artes bélicas’ de las fuerzas
especiales británicas; particularmente en paracaidismo, escalada, rápel y el
manejo de explosivos. También se les obligó a quemar cualquier documento que
revelara su antigua identidad y a practicar su nueva firma durante horas hasta
su perfecta ejecución. Esto incluía la desconexión total con el entorno
familiar y personal anterior. El conocimiento del alemán y su impecable acento
eran requisito imprescindible para la militancia en el grupo de ‘elegidos’ y
así mimetizarse en territorio enemigo y poder realizar los interrogatorios a
prisioneros con las máximas garantías.
Para los alemanes, los integrantes de estos comandos eran
bastardos y tránsfugas militares, carroña de las carroñas, soldados y judíos
insubordinados. Lo peor de lo peor. Una orden directa de Hitler en 1942
ordenaría el fusilamiento inmediato de los ‘desertores’ patrios sin gloria o
“gánsters del sabotaje”, como él mismo los llamaba.
La más importante encomienda de la Tropa X fue la labor
estratégica y de información antes, durante y después del desembarco de
Normandía el 6 de Junio de 1944. Antes del día “D” fueron enviados hasta 3
veces a comprobar ‘in situ’, con sus propios pies, si las playas francesas
estaban minadas con artefactos HairTrigger (minas de detonación extrasensible)
o con minas convencionales. El testimonio de Peter Masters sobre la avanzadilla
posterior en “Sword Beach” es estremecedor:
[…] Cruzamos en silencio las turbulentas aguas del Canal
inglés. Algunos de mis camaradas murieron antes incluso de salir de la lancha
de desembarco. Yo llevaba una mochila cargada, una ametralladora, un montón de
cargadores y granadas, una bicicleta plegable y una larga cuerda de cáñamo para
salvar el “Puente Pegasus” en caso de que los alemanes lo hubieran volado para impedir
nuestro avance […]
Alcanzamos con nuestras bicicletas el camino a la aldea de
Benouville después de dejar la playa, hasta que al compañero en cabeza le
reventó la misma de un balazo enemigo. Nos refugiamos hasta nuevo aviso. El
capitán me ordenó entonces que encabezara de nuevo la expedición rumbo a la
aldea, pero no de forma sigilosa sino por mitad del camino. Entendí que se
trataba de localizar las posiciones enemigas con sus disparos. Barrunté una
sentencia de muerte más que probable pero accedí […]
“Toda mi formación se va a echar a perder” -pensé- y traté
de improvisar recordando la escena de la película “Gunga Din” en la que Cary
Grant, en una situación similar y rodeado de enemigos, empezó a gritar
fríamente: “¡Están todos ustedes arrestados..!”. Así, mientras caminaba por el
centro de la carretera, empecé a vociferar en un perfecto alemán: “¡¡Ríndanse
todos y salgán de ahí!! ¡¡Están completamente rodeados y no tienen
escapatoria…!!“
El efecto fue demoledor. Después de un largo silencio asomó
la cabeza de un soldado alemán que me disparó infructuosamente. Le devolví el
fuego cruzado antes de que se me encasquillara el arma. Cuando me quise dar
cuenta todo el enemigo se había delatado y mi tropa completa estaba cubriéndome
las espaldas […]
En septiembre de 1945 el comando se disolvió, pero mucho de
sus miembros siguieron participando en las operaciones militares de las fuerzas
de ocupación, siguiendo a los grupúsculos de resistencia nazi, a los cobardes
huidos criminales de guerra o traduciendo documentos incautados en territorio
des-ocupado. Peter Masters abandonó su condición de ‘bastardo sin gloria’ para
convertirse en un reputado director de arte de una cadena de televisión
americana.
“Comenzó siendo un ‘bastardo sin gloria’, justo lo contrario de lo
que es ahora […]” -recordaba su hija por entonces-. Su corazón estalló en 2005,
con 83 años, mientras jugaba un partido de tenis en una escuela de Rockville,
Maryland, USA; y sin conocer la película del niño mimado de Hollywood que hoy
distorsiona con casquería fina su cruel
pero valiente legado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario